jueves, 8 de septiembre de 2016

Mi voto será por Osar, porque él diría que Sí


Mauricio Rodríguez Amaya

El 13 de Septiembre de 2008, los paramilitares del Gobierno de Alvaro Uribe Vélez asesinaron a mi hermano Oscar Orlando Rodríguez Amaya; una mañana sofocante en una calle desolada de Cúcuta; los paramilitares que Uribe desmovilizó sin proceso judicial alguno, convertidos en “vigilantes de barrio” a través de empresas privadas de seguridad, cumplieron las amenazas que tiempo atrás habían hecho de eliminarlo. Era la época del Terror uribista, de la legalización de las bandas paramilitares, de la impunidad, del miedo. Ese 13 de septiembre, Oscar murió acribillado cerca de su casa; el amigo que caminaba con él, aún yace cuadripléjico a la espera de su propia suerte, sin destino, sin vida pero respirando, pegado de la esperanza de ver en la cárcel a los asesinos.  

Oscar es una de las miles de víctimas del régimen de terror y odio que impuso Alvaro Uribe Vélez y los grupos paramilitares, no solo cuando fue presidente, sino desde que promovió su legalización a través de las Convivir.  Uribe representa ese sector del Poder que ha construido su discurso, su riqueza y su legitimación política en nombre de la muerte, de la muerte de los más humildes, de los jóvenes que no alcanzaron a concretar sus esperanzas; de los campesinos que murieron arañando la aridez de un país que olvidó el campo, de los líderes sociales y comunitarios, de los indígenas, de los artistas como mi hermano, que no pudieron ver crecer a sus hijos en un país en paz. La guerra es el factor detonante de su poder, la muerte su principal arma y los capitales ilegales la gasolina que alimenta su maquinaria.


Si las balas miserables de los paramilitares del gobierno de Uribe Vélez no hubieran terminado abruptamente la vida de Oscar, estaría rapeando sus  líricas, construyendo parrafadas enteras de canciones, discutiendo en algún buen sitio, sobre la importancia de consolidar la paz, estaría pensando en que por fin, nuestros hijos, se merecen un país donde el terror no lo domine todo, donde valga la pena la esperanza y donde el pan pueda volver a las mesas humildes en cada rinconcito de la patria.  Si Oscar estuviera entre nosotros, sería un compulsivo promotor del Sí, un abnegado combatiente de la paz. Porque si de algo estoy absolutamente convencido, es que entre las miles de voces que la guerra calló, clama la de Oscar pidiendo paz, cantándole a la paz y denunciando a los que insisten en hacer sus glorias a costa del dolor ajeno. El 2 de Octubre, votaré por Oscar, porque si estuviera aún entre nosotros, andaría calle a calle, tarima por tarima, letra a letra, promoviendo el Sí. #SíalaPAZ #VotoSÍ.