miércoles, 19 de octubre de 2016

Quién Ganó con el NO? El Fascismo Social

Quién Ganó con el NO? El Fascismo Social

Esta nota no es un balance más sobre las causas del triunfo del No en las elecciones plebiscitarias del 2 de Octubre, con las que Colombia anhelaba salir definitivamente de la Guerra, sino más bien, una alerta sobre lo que se cocina en los púlpitos, en los cultos y en los comedores de un grupo dirigente que promueve el fascismo como mecanismo de ascenso al poder.




Mauricio Rodríguez Amaya


En una época plagada de incertidumbres, marcada por la precariedad del trabajo, el vaciamiento de la democracia, el surgimiento de nuevos enemigos,  la  pauperización del pensamiento, y  la banalización del espíritu, resurgen los fascismos sociales como mecanismos para dar respuestas rápidas a problemas complejos; los fascismos sociales son arquetipos de justificación de la violencia contra el otro, contra el diferente, contra el oprimido.  Esta nota no es un balance más sobre las causas del triunfo del No en las elecciones plebiscitarias del 2 de Octubre, con las que Colombia anhelaba salir definitivamente de la Guerra, sino más bien, una alerta sobre lo que se cocina en los púlpitos, en los cultos y en los comedores de un grupo dirigente que promueve el fascismo como mecanismo de ascenso al poder.

El fascismo social, se alimenta de los miedos más comunes, los que produjo la sociedad de la discriminación, el consumo desenfrenado, el hedonismo y la ignorancia, impuestos por el Capitalismo. Según De Sousa (2009) existen al menos cuatro tipos de fascismo Social; el fascismo del apartheid social, es decir, la segregación de los excluidos a través de la división de ciudades en zonas salvajes y civilizadas. El Fascismo paraestatal,  donde actores (individuos o corporaciones) muy poderosos, usurpan, con Estado o sin Estado, los derechos fundamentales de las personas y de las sociedades; Este fascismo tiene dos dimensiones, el fascismo contractual, en donde la discrepancia de poder entre las partes es tal, que la parte más débil se ve compelida a aceptar las condiciones impuestas por la parte más fuerte; y el fascismo  territorial, en donde actores muy poderosos se disputan el control de los territorios, a través de la cooptación o la coacción del  Estado local a la manera de los viejos y nuevos dominios coloniales. La tercera forma, es el fascismo financiero, que controla los mercados, expulsa de sus casas a los deudores, condena a la pobreza a los trabajadores y excluye a los más humildes de los beneficios del mercado.



La cuarta forma de Fascismo social es el fascismo de la inseguridad. Consiste en la manipulación discrecional del sentido de inseguridad  de las personas y grupos sociales vulnerables, debido a la precariedad del trabajo o a causa de accidentes o eventos desestabilizadores (recordar el 11S). Esto produce una fuerte incertidumbre hacia el futuro que lleva a las personas a reducir sus expectativas y a renunciar a sus derechos, con tal de reducir la condición de riesgo. Aquí juegan un papel determinante los negociantes del miedo, los mercaderes del infierno y los prometedores de paraísos. Dentro de los principios comunicacionales de Goebbels (propagandista del Fascismo alemán), encontramos el principio de transfusión, consistente en que “Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas” y no hay herramienta  más fácil de difundirse primitivamente como el miedo.  

Al fascismo social, hay que sumarle otros dispositivos ideológicos del fascismo tradicional, al cual ha estado sometida América Latina en los últimos 500 años; basta recordar el predominio de un solo dios sobre cualquier otro, que legitima matar culturas en nombre de su iglesia; o el fascismo de Género que condena a la mujer a condiciones de sumisión permanente frente al hombre, también muy propio de la tradición judío-cristiana; o al fascismo homofóbico, que en nombre del mismo dios, condena a la exclusión y a la muerte a quienes optaron por opciones sexuales diversas; o el fascismo de la Escuela, que niega la experiencia del niño para imponer las verdades del  maestro; o el fascismo político, que nos condena a reducir las libertades a nombre de la seguridad; o el fascismo de la televisión o el cine que nos enseñó que el “bueno” está legitimado para matar “malos”, “indios”, “comunistas” o incluso desafortunados transeúntes. O el fascismo xenófobo que odia a los amarillos, a los extranjeros, a los negros, a los raros, a los diferentes. O el fascismo del hogar, donde el poderoso padre está autorizado por dios para golpear a su mujer y a sus hijos a nombre de la sagrada institución de la familia. O el fascismo de la propaganda Nazi, con la que se recurre a exacerbar el sentido de incertidumbre humana para cundir el miedo, la rabia y la tergiversación.

Quien ganó con el No? El partido fascista, apoyado en los fascismos sociales de la segregación cultural, social, racial y sexual; quién financió el triunfo del No? el fascismo de las corporaciones que viven del trabajo ajeno pero no lo pagan, que impiden los sindicatos y asesinan sindicalistas;  quiénes se benefician con el triunfo del No? El fascismo territorial de los dueños de la tierra, de los que han suplantado, cooptado y coaccionado a las instituciones para tener más tierras, más armas, más poder; quiénes alimentaron el triunfo del no? El fascismo tradicional de la homofobia, la misoginia y la xenofobia, del patriarcalismo y el machismo impuesto por la ideología de género judío en sus iglesias y en sus cultos. Con qué argumento ganó el no? Con las trampas epistemológicas del fascismo de la inseguridad, que vendió el miedo al homosexualismo como el riesgo supremo de la familia, como si eso tuviera algo que ver con los acuerdos de la Habana.

Esto es una alerta significativa; el rezago cultural, la precariedad del trabajo, la guerra y el estado de inseguridad, han creado una sociedad sumisa y miedosa, dispuesta a dejarse seducir cada vez más por el fascismo político y los fascismos sociales, los nuevos y los clásicos; una sociedad asustada por todo aquello que no está en la doctrina de la Fe. Esa sociedad siempre ha estado ahí, pero el momento de refrendar la superación de la guerra terminó siendo un detonante que nos debe alertar, pues el futuro puede ser, en vez de una era de reconciliación y de paz, una nueva oscura noche de persecución, segregación y violencia de corte fascista.



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