lunes, 8 de octubre de 2018

Nuestros domingos cortos


Nuestros domingos cortos

Almaro



Los domingos son los días más largos de los siete siglos que dura una semana, recuerdo mientras leo pacientemente a William Torres y lo imagino  saltando a bostezos los clasificados de la prensa dominical. Los domingos son días de descanso largo, de encuentros familiares y almuerzos robustos en la mesa de la abuela; las tardes de domingo son para la televisión inservible o los oficios aplazados durante años que otra vez quedarán a la espera de otra época. Los domingos son los días más largos, menos cuando los domingos son nuestros domingos y el tiempo se nos vuelve efímero, veloz, y el pretexto previo de los lunes siempre se hace breve.

En esos domingos juntos, el día empieza tempranito y mientras yo voy por un café tu terminas de hilar los últimos sueños de la mañana; luego vienen las caricias tempranas y algún beso de bienvenida; pronto el desayuno llenará el espacio de las palabras y el silencio nos llevará bajo las cobijas; iremos a caminar después de recorrer suavemente nuestros cuerpos, vamos sueltos de ropas, porque el sol del domingo es más intenso, agradecido de las gentes que viajan a los parques o las plazas para calentar la memoria y dejar pasar inútilmente el día. Buscamos refugio en un café de calle, o entramos en un museo del cual no teníamos la menor idea; dejamos que nos devore la memoria de los anaqueles,  resolvemos las cábalas de los libros viejos con números romanos; vamos de la mano, despacio, buscando una librería de fábulas por descubrir, o el teatro o el cine, para dejarnos llevar de alguna buena historia; o sencillamente un parque, para contar en nuestras manos las hojas amarillas o las semillas infinitas de un falso pimiento; caminamos, conversamos y en menos de lo que deseamos, el domingo fenece apacible, apocopado, plenamente corto.  Los domingos son, contigo, una caricia que se escapa fácil entre nuestras manos.



Esos domingos juntos, esos domingos cortos, los añoro, aunque duren menos que los domingos otros. Esos domingos de subirnos a una montaña, o de aguas cálidas o de brisas de páramos; esos domingos cortos, son intensamente repletos de la magia que hace que caminar juntos sea siempre una historia inspiradora, un bálsamo de aliento, una esperanza. Los lunes, cuando ya no estás, esos lunes en cambio, si son verdaderamente largos lunes.

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