domingo, 2 de marzo de 2014

Mi voto es por la Paz



Mi voto es por la Paz
Mauricio Rodríguez Amaya

En medio de la guerra dirigida contra las esperanzas de la paz; en medio del escepticismo popular y el oportunismo mediático de la ultraderecha; en medio de un país empobrecido por la ausencia de empleo decente mientras la riqueza es expoliada por empresarios y trasnacionales sin decoro ni ética; en medio de la falta de fe en la política de un pueblo enseñado a obedecer por fe y por miedo; en medio de este panorama, hay elecciones. Unas elecciones en la que se elegirá un parlamento cuya principal tarea corresponderá a impulsar o frenar definitivamente el anhelo de la paz. Un parlamento que quizás tenga un periodo breve, porque una constituyente parece ser el destino de un país que requiere refundarse y volverse a creer, volver a crearse y recrearse, a menos que precisamente en ese parlamento tengan más asientos quienes impulsan el poder de la motosierra, la coca y el latifundio todos juntos. 

Hacer leyes para redistribuir la riqueza y la tierra, para reconstruir moralmente y reorganizar estratégicamente al Estado; para promover la verdad, la justicia y la reparación y para validar los acuerdos que requiera el diálogo; leyes para proteger el empleo y para cuidar la riqueza que nos queda; leyes para garantizar servicios públicos como derechos y no como dádivas de R o U partido; leyes para proteger el medio ambiente y combatir la destrucción planetaria, por lo menos en lo que respecta a este millón de kilómetros cuadrados donde habitamos más de 44 millones de personas. Leyes para que la educación sea de calidad y no el espacio donde se pierde el tiempo mientras llega la edad de trabajar; leyes para que la salud no sea la palabra clave en los festines de la clase alta sino la oportunidad de dignificar toda nuestra existencia; leyes de esas, requiere un país que se piense en paz, que crea definitivamente que podemos ser mejores y que nos merecemos un lugarcito propio, con historia propia en el complejo concierto de las naciones.

Pareciera una pretensión quijotesca, ante un parlamento donde estamos acostumbrados a ver una mayoría que dilapida el futuro, la dignidad y la democracia, ante una minoría atónica e indignada, pero con pocas posibilidades de éxito. Al parecer las mayorías seguirán protegiendo al gobierno y al empresariado corrompido que lo sostiene; al parecer las mayorías seguirán promoviendo la paz de los sepulcros, para que ninguno de sus beneficios sean erosionados por una transición democrática y pacífica; seguramente las mayorías seguirán corrompiendo la patria y envileciendo en futuro. Quizás esas mayorías seguirán ganando, pero aun así es necesario no perder la esperanza en un grupo de personas que sean capaces de enfrentar desde el atrio mismo de las leyes la ilegalidad, las mafias y el delito como práctica empresarial y del gobierno.

Iván Cepeda Castro, es un hombre valiente y brillante, hijo de esta guerra inmerecida y heredero de esa conciencia popular, incorruptible y digna que durante más de medio siglo han querido extirpar los “padres de la patria”; Alirio Uribe Muñoz, es un maestro de la forma como el derecho se permite ciertos resquicios desde los cuales es posible enfrentar el poder de los billetes y las balas, es un ser humano transparente y honesto, que ha puesto más de una vez en evidencia los vínculos corrosivos entre los gobiernos y las mafias; Iván y Alirio aspiran a ser, Senador y Representante, respectivamente, precisamente para impulsar las reformas democráticas y el derecho a construir nuestra propia la historia en paz. Yo votaré por ellos, porque aunque harán parte de esa minoría, su voz no se callará cuando la maquinaria aplaste el debate, porque con su voz, podrán llevar al parlamento la realidad de la Colombia que no sale en los medios masivos; porque movilizarán la vocación popular por la paz, el anhelo de las mayorías por el empleo, la educación y el futuro; porque desde el parlamento, ellos serán aliados y dirigentes de nuestra incansable brega por la vida.

Votaré por Lilia Solano al Parlamento Andino, por ser mujer, por su consecuencia política en la lucha por la paz, por su aporte desde la academia a comprender mejor nuestros problemas, porque está en la UP y porque ha decidido hacer parte de ese contingente de hombres y mujeres que anhelamos a que renazca la esperanza.

Juan Carlos Villamizar, es un hijo de esta generación que se niega a un día más en guerra, que reclama el derecho a volver a su país, sin el miedo al gatillo y la amenaza; que lucha desde afuera de su patria para construir otra donde quepamos todos y todas; aspira a la Cámara en representación de los miles de colombianos que por cosas de la guerra o de la vida, hoy viven en otro país, lejos de su casa, empuñando muchas causas por el mundo, haciendo posible desde la distancia mantenerse presentes en la memoria de quienes los recordamos, los apreciamos y los quisiéramos más cerca. Aspiro que esta voz alcance oído en otras dimensiones que acompañen a Juan Carlos en esa titánica tarea.

Ese será mi voto el próximo 9 de marzo, así podré decir, que por lo menos ante la marginal dimensión del voto en esta democracia de papel, hemos ayudado a empujar el carro de hombres y mujeres dispuestos a enfrentar en la tribuna parlamentaria a quienes han desangrado al país, degradado la política al pago de favores y han permitido que la pobreza intelectual y moral se instale en las sillas del poder. Votaré por Iván Cepeda, Alirio Uribe y Lilia Solano;  Al mismo tiempo acompañaré con todo mi entusiasmo a Juan Carlos para que vuelva a su país en condición de parlamentario, aquí, donde tanto se le quiere y se le necesita.