domingo, 21 de mayo de 2017

Buenaventura y Chocó: La Revolución Pacífica

Buenaventura y Chocó:
La Revolución Pacífica

El Paro en el pacífico dejó al descubierto el abandono en que durante décadas el Estado Colombiano, centralista, racista y capitalista, ha sometido a los pobladores del Chocó y Buenaventura.

Por Mauricio Rodríguez Amaya




El chocó no aguantó más y desde cada casa se construyó el Paro Cívico, la gente salió a las calles, cerró el comercio y empezó uno de los capítulos más bellos por la dignidad del pueblo chocoano. Algo parecido sucedió en Buenaventura, la hora cero decretada fue el pasado martes 16 de mayo a las 5:00 a.m.; a partir de entonces, se clausuró el comercio en su totalidad, las vías fueron cerradas y la multitud se tomó las calles. Lo que antes eran estacionamientos de tracto mulas, se volvieron improvisadas canchas de futbol, lugares de canto y currulao, puntos de encuentro entre amigos y vecinas. Así nació el paro, como su región, pacífico, valiente, solidario; un Paro que sólo ha recibido por parte del Estado, la acostumbrada represión policial y estigmatización y señalamientos por parte de los medios de  comunicación dominantes.

El Paro en el pacífico dejó al descubierto el abandono en que durante décadas el Estado Colombiano, centralista, racista y capitalista, ha sometido a los pobladores del Chocó y Buenaventura. El pacífico colombiano pide servicios públicos, pide agua potable, pide escuelas y colegios, pide desarrollo económico, pide paz, esa paz con la que se sueña después de la guerra, esa paz que implica pan y salud, trabajo y dignidad. Esa región ha sido marginada y estigmatizada por siglos. Fue construida a fuerza del cimarronaje libertario del pueblo afro decsendiente  y de la resistencia indígena y mestiza. El pacífico colombiano se quedó rezagado del desarrollo centralista, machista y racista con el que se construyó el Estado; detrás de la cordillera quedó el desarraigo y el abandono.  En esa región, la minería y la industria maderera esclavizan pueblos enteros y destruyen ríos y montañas que sirvieron de refugio a pueblos libertarios; por esa región entra y sale el libre comercio, el 60% de las importaciones que recibe Colombia, pero en su pueblo solo quedan los desperdicios de los contenedores y la contaminación producida por los buques. En toda la región pacífica, sus habitantes son precarizados y tercerizados en su trabajo, estigmatizados por su condición negra o indígena, y condenados a la pobreza y al olvido. A Buenaventura la baña el Dagua y el Danubio, pero no tiene agua potable; su naturaleza produce maderas finas y fieles, pero no tiene industria maderera, la pesca es diaria y abundante, pero no hay mercado pesquero, y los barcos que antes hacían la pesca se oxidan en el mar del abandono. El Chocó tiene las tierras más fértiles de toda Colombia, pero no hay alimentos, las aguas más torrenciales, pero no hay energía y la gente más noble, pero no hay escuelas. El poder central del Estado se queda con todo, con las riquezas del puerto y la industria maderera, con la fuerza de trabajo y la exigencia del oro.



12 familias son dueñas de la Sociedad Portuaria de Buenaventura, ninguno de sus dueños vive en Colombia, pero el puerto vincula 4000 obreros que no tienen contratos de trabajo, estar tercerizados, ganan menos de veinte dólares al mes y no cuentan con seguridad social ni derecho a pensiones.  4000 obreros producen la riqueza de 12 familias, las mismas que controlan los Ministerios de Comercio Exterior y del Trabajo, la Superintendencia de Puertos y la Presidencia de la República, la Gobernación del Valle y la Alcaldía de Buenaventura. Ellos lo controlan todo, pero no viven en Colombia para ver las consecuencias trágicas del modelo de explotación violenta que imponen en el puerto más importante de Colombia.


Los pueblos del Pacífico no aguantan más y han lanzado a la historia un grito de rebeldía, han iniciado una revolución pacífica, libertaria y bella, una revolución negra, indígena y mestiza; una revolución que desde el mar atravesará las montañas de los Andes y se escuchará en cada Rincón de la América Nuestra. La Revolución del Pacífico, es la revolución de todos nosotros y nosotras, los que luchamos por un país donde valga la pena vivir y sembrar, danzar la ritmo del currulao y la marimba, disfrutar los ritos y los mitos de las gentes bellas que conversando con la tierra y el océano han decidido iniciar una nueva lucha por la libertad y han prometido no dar marcha atrás.
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