martes, 5 de agosto de 2014
viernes, 13 de junio de 2014
Los caminos de la Paz
Los
caminos de la paz
Mauricio
Rodríguez Amaya
Primero fue el camino de
la Uribe en 1982, donde la comisión del Gobierno de Belisario Betancourt se
encontró con las FARC para discutir los términos de una paz negociada. De ese
intento surgió la Unión Patriótica como movimiento político nacional de la
izquierda, pero dos grandes fenómenos llevaron al traste esta posibilidad: la
retoma a sangre y fuego del Palacio de Justicia en Cabeza de Jaime Castro y el
General Plazas Vega, y el asesinato de los parlamentarios, concejales y
alcaldes electos de la UP, que en las elecciones de 1986 logró 5 senadores, 9
representantes (incluido Iván Márquez, por el Caquetá), 14 diputados, 351
alcaldes y 23 concejales; también fue asesinado el Candidato presidencial Jaime
Pardo Leal, en la noche triste del 28 de
marzo de 1987. La democracia quedaba herida de muerte y la paz, calcinada entre
los escombros del Palacio. Se fulminó la ley de amnistía del año 82 y la tregua
se esfumó con su estela de muerte y dolor.
Otro intento de paz en
medio del baño de sangre nacional, se creaba desde las tierras de Corinto, en
el Cauca, donde el M-19 buscaba la negociación a pesar del asesinato del candidato
Liberal Luis Carlos Galán Sarmiento el
18 de agosto de 1989; en efecto, el 8 de marzo de 1990 el eme entregó las armas para impulsar una nueva Colombia desde las
vías de la democracia; La respuesta ofrecida por el establecimiento colombiano
fue contundente y unívoca: el candidato a la Presidencia por la Unión
Patriótica, Bernardo Jaramillo Ossa, fue asesinado en la mañana del 22 de marzo,
en el Puente Aéreo de Bogotá, y Carlos Pizarro, Jefe Máximo de la Alianza
Democrática M-19, fue acribillado solo mes y medio después de entregar las
armas, dentro de un avión, un miserable 26 de abril.
Un nuevo intento surgió en los diálogos de Cravo Norte, en el Arauca, donde el ELN, el EPL y las FARC, buscaron de nuevo la alternativa de la negociación, a pesar de la masacre contra la Unión Patriótica, el asesinato de Bernardo y Pizarro y de la fracasada operación “Casa Verde” con que el Presidente de Colombia pensaba acabar la dirigencia de las FARC el mismo día que escogía la Nueva Asamblea Nacional Constituyente, el 9 de diciembre de 1990. El 15 de mayo de 1991, la Coordinadora Guerrillera y el Gobierno Nacional acordaron realizar diálogos de Paz en Caracas los cuales se iniciaron en 1992, año en que el entonces Coronel Hugo Chávez Frías intentó una toma militar del Gobierno de Venezuela, lo que obligó a la mesa de negociaciones trasladarse a Tlaxcala, en México, donde los diálogos se suspendieron después de la muerte en cautiverio del Ex ministro colombiano Argelino Durán Quintero; de nuevo, la esperanza de la paz volvía a cerrarse el 22 de mayo de 1992.
Fueron casi diez años más
de guerra, acercamientos y conversaciones en diferentes lugares del planeta, giras internacionales, países amigos,
reuniones de alto nivel, y miles de muertos en los barrios y los pueblos de
Colombia y una inversión incalculable en defensa, para que en el 2000 gobierno
y guerrilla volvieran a asumir una postura decisiva frente a la paz. Con el
acuerdo de Los Pozos, volvimos a pensar en serio en la posibilidad de un
acuerdo que nos permitiera vivir el final del conflicto armado; varias veces
fuimos a Los Pozos a participar en las reuniones convocadas por el comité Temático,
desde Neiva por la vía de Balsillas, una trocha inexpugnable de más de 18 horas
en la que había que bajarse de los carros para rellenar con piedras y palos los
tremendos huecos producidos por la lluvia y el barro, hasta llegar a San
Vicente del Caguán. Muchas veces fuimos con la esperanza de aportar a los
cambios desde la perspectiva de las organizaciones juveniles y estudiantiles;
pero el proceso tenía tres grandes enemigos: la estrategia paramilitar que se
había consolidado después de 20 años de desolación y terror por todo el
territorio colombiano, el Plan Colombia que redimensionó la arrogancia
guerrerista de las fuerzas militares y la soberbia de una guerrilla que creyó
que la negociación no era más que una táctica en su estrategia de derrota
militar al Establecimiento colombiano. Álvaro Uribe Vélez encarnó los intereses
de los dos primeros enemigos del proceso y supo aprovechar políticamente los
errores de la estrategia guerrillera.
Quizá en ese momento no
entendimos que Uribe representaba toda la escoria del establecimiento,
empoderado bajo el influjo del narcotráfico y protegido por los ejércitos
privados de los Castaño, los Bernas y los Mancuso. Con su llegada a la
presidencia desapareció la esperanza de paz y se agudizó la conflagración con
todas sus barbaridades y estertores; en su gobierno vimos cientos de pueblos
despedazados y millones de campesinos condenados a la expulsión de sus propias
tierras, rutas del narcotráfico consolidadas so pretexto de la estrategia
contrainsurgente y un gobierno dedicado al saqueo y al engaño. Con Alvaro Uribe
Vélez se volvieron pan de cada día las ejecuciones extrajudiciales, a las que
el eufemismo de nuestra doctrina militar determinó Falsos positivos; con Uribe creció la corrupción de las
instituciones, incrementaron los montajes judiciales contra la izquierda y
contra los detractores del nuevo régimen; con Uribe llegamos más cerca del
Fascismo y tuvimos que vivir doce años más de guerra, de dolor y de muerte; de
exclusión y pobreza, de atraso y venganza.
Juan Manuel Santos, es
heredero genuino de Alvaro Uribe Vélez, hijo legítimo del establecimiento que condenó
a estas tierras a la guerra, el mismo establecimiento que ha sabido aprovechar
la guerra como medio para enriquecerse,
para desolar el campo, para reprimir la lucha popular y para eliminar a
los opositores. Santos representa la misma agenda de exclusión colonial que
Colombia ha debido soportar desde 1990; fue ministro de todos los gobiernos
neoliberales y dirigió directamente la economía de muerte y la guerra de
exterminio de los últimos 30 años. Él es un representante de quienes se han
enriquecido en nombre de la guerra, de quienes han liquidado las esperanzas de
paz y que han hecho de Colombia un cráter insondable de terror y miseria.
Pero Santos volvió a abrir
la puerta de la esperanza de la paz, avanzó dos años en diálogos con la
Guerrilla y se ha comprometido a llevar dichos diálogos hasta la firma de un
acuerdo para el fin del conflicto. Ese hecho histórico lo diferencia
radicalmente de su antecesor y lo distancia definitivamente de quienes
necesitan la guerra para mantener vivo el pretexto de las rutas seguras del
narcotráfico, la expropiación de la tierra y la corrupción medular del Estado.
Lo que sucede en la Habana con las FARC y la posibilidad de diálogo con el ELN,
son hoy ventanas determinantes para creer que nuestras hijas y nuestros nietos
tendrán derecho a vivir sin la guerra, sin la muerte amparada en las
guarniciones militares o escondida en cualquier rincón de la patria. Esos
diálogos no son más que una mera expectativa, pero de esa expectativa depende el
futuro. Santos y la clase que representa debe cumplir su palabra de firmar el
fin de la confrontación armada, para poder empezar otro largo y tortuoso camino
de recomposición nacional, de verdad, de justicia, de no repetición y de
reparación integral a las víctimas.
Permitir el retorno de
Uribe a la jefatura del Estado es condenar a mis hijas a otros 20 años de
miseria y muerte, de guerra descomunal contra los pobres, de narcotráfico y
paramilitarismo. Permitir el retorno de Uribe, es declarar que quienes hemos
vivido ya más de 30 años de guerra y solo cuatro intentos de paz, hemos sido
derrotados por el guerrerismo y las mafias, que nos han ganado la tiranía del
narcotráfico y sus bandas paramilitares, que merecemos la miseria y la muerte,
porque no supimos actuar consecuentemente en momentos decisivos como estas
elecciones presidenciales.
Voy a votar por la Paz, porque las futuras
generaciones merecen otro mundo, otra Colombia, otros sueños. Para que los
mercaderes de la muerte dejen por fin de azuzar el odio y producir miseria,
para que algún día, condenados por sus crímenes, reconozcan que teníamos
razón y la negociación política era el
camino posible hacia la paz.
miércoles, 28 de mayo de 2014
Carta al Candidato Santos
Carta
al Candidato Santos
Por
Mauricio Rodríguez Amaya
Señor candidato Juan
Manuel Santos, como usted sabrá mejor que yo, varias voces significativas de la
izquierda colombiana, de los sectores progresistas y de reconocidos y
reconocidas demócratas, indudablemente más inteligentes que yo, vienen
planteando la tesis de votar por usted en la Segunda Vuelta presidencial, como
un aporte generoso y sincero por la continuidad del Proceso de Paz. Pese a
semejante nivel de altruismo que representa para la izquierda votar por usted,
yo aún no me convenzo de que ese hecho represente la continuidad del proceso en
la Habana, ni el arranque de Diálogos con el ELN, ni mucho menos cambios
favorables para los trabajadores y trabajadoras ni para las clases populares,
que representan más del 70% de la población colombiana.
Sin embargo, con el ánimo
de tomar una decisión a conciencia, me permito presentar a Usted muy
respetuosamente el presente formulario, con el cual quiero tener una mirada más
clara de lo que significaría acompañarlo con mi voto el próximo 15 de Junio, o
por el contrario, saber a qué me atengo si me quedo en mi casa esperando el
cierre definitivo de esta campaña indecorosa, ausente de debates y vacío de
propuestas de no haber sido por el programa presentado por las Doctoras Clara
López y Aida Avella.
1. Si
es reelegido en la Presidencia de Colombia, llevará hasta la firma de un acuerdo
los diálogos que se adelantan en la Habana con las FARC-EP, asumirá hasta las
últimas consecuencias ese diálogo?
2. Iniciará
diálogos de paz con el ELN?
3. Promoverá
una asamblea Constituyente o un referendo que ratifique los compromisos
firmados con la Guerrilla?
4. Está
dispuesto a cumplir los compromisos hechos con el Gobierno de los Estados
Unidos para promover la formalización efectiva del empleo, garantizar la
estabilidad laboral y los derechos de los trabajadores a la libre asociación y
a la negociación colectiva, teniendo en cuenta que su Ministro del Trabajo, no
solo no cumplió el Plan de Acción, sino que estimuló la impunidad y la persecución
antisindical, la tercerización laboral y el desmantelamiento de la negociación colectiva?
5. Suspenderá
definitivamente las licencias que permiten operar a la multinacional DRUMOND, o
permitirá que esta empresa continúe destruyendo el mar y las riquezas naturales
del Magdalena y La Guajira?
6. Exigirá
a Ecopetrol que asuma la operación directa de los campos petroleros operados en
el Meta por la Multinacional Pacific Rubiales, o se quedará callado como hasta
ahora, ante el incumplimiento de los compromisos sociales, la persecución sindical
y las violaciones a los derechos humanos que esta empresa produce diariamente
en Puerto Gaitán?
7. Detendrá
la destrucción de Cajamarca y de la reserva natural del Tolima que ahora está
entregada en concesión a la Anglo-Gold, o dejará pasar la devastación natural
más grande del país?
8. Exigirá
que el Fiscal General de la Nación asuma en serio las investigaciones de los
más de 4000 asesinatos extrajudiciales (falsos positivos) o dejará que la
impunidad y el dolor consuman definitivamente a las víctimas?
9. Devolverá
y titulará la tierra a los campesinos beneficiarios de reforma agraria o
seguirá permitiendo que los grandes ricos y las empresas multinacionales se
hagan titular las tierras que fueron despobladas por la violencia paramilitar?
10. Solicitará
el retiro inmediato del proyecto de reforma a la Salud, o permitirá que con
este las EPS logren alcanzar más beneficios y libertades en contra de los
pacientes, los médicos y los hospitales?
11. Exigirá
al Ministerio de Educación que entregue los recursos que requieren las
universidades públicas, o seguirá amenazando con entregar los centros
educativos al capital privado?
Agradezco la prontitud de
su respuesta, pues de ella dependerá si
salgo a votar o no el próximo 15 de junio de 2014, el mismo día en que usted
deberá asumir la responsabilidad por lo que hizo, por lo que no hizo y por lo
que piensa hacer.
viernes, 23 de mayo de 2014
Aida y Clara
Aida y Clara
No creo en la paz de Santos, la
de los sepulcros, la de los falsos positivos, la de las multinacionales que
explotan tranquilas la riqueza patria y la dignidad de la gente; detesto el
fascismo que se esconde tras Zuluaga, ese que creó el paramilitarismo, vive del narco y hace de la muerte la fuente principal de sus riquezas; no creo en Martha Lucía
Ramírez, porque con ella están los dueños de la tierra, los latifundistas
milenarios que unidos a la iglesia han deshonrado la grandeza patria; no creo
en Peñaloza, por pusilánime, porque al final no hay nada serio que lo
diferencie ni de Santos ni de Uribe. Creo en Aida Avella, creo en la Esperanza,
creo en su valentía y en su coherencia; creo en Clara López, porque ha
aprendido de los errores, porque supo superar a buena hora el dogmatismo que la
tenía secuestrada en su despacho de Teusaquillo y se la jugó por las calles,
las plazas y la gente del común, la carne y el hueso de un país que quiere
decencia, dignidad, democracia real, honestidad y paz verdadera.
Si algún colombiano quiere agua,
territorios, naturaleza viva, pero vota
por Santos, habrá decidido por la muerte y la desolación; si alguien quiere
tranquilidad, trabajo decente, prosperidad, pero vota por Zuluaga o por Ramírez,
habrá decidido por la miseria, por el atraso, por el hambre. Si alguien quiere
cambios, pero vota por Peñaloza, habrá decidido aplazar la oportunidad de las
trasformaciones. Yo quiero agua, parques, bosques, selvas, vida, empleo
decente, trabajo honesto, pan en nuestra mesa, cambios de fondo, paz duradera,
por esa razón Voto por Clara, voto por Aida.
miércoles, 23 de abril de 2014
lunes, 14 de abril de 2014
El Nacional-Chovinismo
El
Nacional-Chovinismo
Por:
Mauricio Rodríguez Amaya
En épocas en que nos considerábamos
inferiores o iguales, por debajo de nuestra verdadera condición humana,
aceptamos inscribirnos en ese despreciable sistema interamericano de protección
de Derechos Humanos; ese sistema
defiende intereses de quienes sin el
alcance de nuestra cultura, pretenden ponerse a nuestro nivel sin que ni su
sangre ni su intelecto los legitime
Cada
vez más solos, más puros, más nacionales; las instancias de justicia
internacional desaparecen ante nuestros ojos como si nunca hubieran existido,
para bien de nuestras propias verdades. Cada vez estamos más convencidos de
nuestro propio destino manifiesto, imbuidos en nuestras locomotoras que llevan
el progreso del subsuelo al puerto sin hacer ninguna parada cerca a nuestras
casas. Cada vez más solos, más nacionales, más orgullosos de nuestra felicidad
a borbotones, la misma que nos permite ganar premios de sonrisas año tras año,
mientras las lágrimas se ocultan para mejorar el paisaje. Entre más pobres y
miserables más engreídos de nuestro rotundo éxito en la brega por alcanzar el
tan prometido paraíso; entre más nacionales más seguros de no hacer parte de
esa plebe que contagia democracias por todo el continente en contra del deseo
de los verdaderos propietarios del progreso. Esa es la fuente de nuestro
renovado nacional-chovinismo, el que predica nuestro honorabilísimo Señor
Presidente, heredero legítimo de Chauvin, muestra incólume de nuestra más noble
pureza intelectual, referente contemporáneo de la justicia y del derecho.
El Nacional-Chovinismo permite
defendernos incluso de nosotros mismos: hace algunos años, cuando no teníamos
conciencia de nuestra prolífica pureza intelectual, algunos manzanillos
diplomáticos firmaron el Pacto de Bogotá; invitaron cancilleres y diplomáticos
de culturas menos desarrolladas y por error y por desgracia, nos rebajamos a su
nivel. En abril de 1948 nos sometimos a un requerimiento injusto con nuestro
portentoso origen superior nacional; aceptamos que las controversias con
nuestros vecinos serían resueltas, sin más mediación ni dilaciones, por la Corte Internacional de
Justicia de la Haya; nada más deshonroso para nuestra sangre y nuestro
intelecto que someternos como iguales con pueblos inferiores, vecinos pero
inferiores; para bien de nuestra superioridad nacional, nuestro Presidente y Guía
Supremo, ha decidido que ese famoso Pacto de Bogotá no existe y nunca debió
haber existido; ha optado por retirarnos de semejante oprobio para imponer ante
nuestros ojos nuestra voluntad superior, por encima de todo esquema que limite
nuestras infinitas condiciones principales.
El Nacional-Chauvinismo
nos protege de los estertores democráticos que a nombre de una supuesta justicia
internacional vienen imponiendo culturas despreciables e impuras; En épocas en
que nos considerábamos inferiores o iguales, por debajo de nuestra verdadera
condición humana, aceptamos inscribirnos en ese depravado sistema
interamericano de protección de Derechos Humanos; ese sistema defiende intereses de quienes sin el alcance de
nuestra cultura, pretenden ponerse a nuestro nivel sin que ni su sangre ni su
intelecto los legitime; llaman derechos humanos a las degradaciones de pueblos
infectos, a las limitaciones de gentes confinadas, a las inmundicias de
culturas basabas en democracias contaminantes; Algunos nacionales de miserable
cuño, han acudido a esas cortes roñosas para intentar detener nuestro futuro
superior, incluso esas cortes han pretendido emitir decisiones contra nuestra
razones de justicia, irrumpiendo abusivamente la superioridad de nuestro
sistema jurídico, cuestionando el poder de nuestras autoridades nacionales,
constituidas por la Fe Católica y por la pureza de la Raza, llamadas a
protegernos de las desviaciones de quienes por error acceden a los puestos de
poder que están destinados para nuestros machos y ricos más ilustres y poderosos.
Sirva de ejemplo el caso Petro, ese semihombre minúsculo que promovió, para
vergüenza de nuestro orgullo nacional, un proceso contra nuestro Estado ante una
Comisión Interamericana. De nuevo, el Conductor de la Patria, cortó de un tajo
semejante vagabundería e impuso lo que la verdad exige: que esa Comisión
Interamericana no existe, que esa decisión pervertida de proteger a Petro no
existe, que ese señor Petro nunca debió haber asumido un cargo de Alcalde
porque esos asientos están destinados para hombres puros, dignos del poder,
representantes de toda nuestra orgullosa estética nacional.
Ni las Cortes de la Haya
existen, ni el Sistema interamericano existe, ni siquiera nuestros vecinos
existen a los ojos de nuestro ilustre Presidente. Solo existimos nosotros y
nuestras verdades, nuestro orgullo nacional y superioridad histórica; En el
mundo existen dos tipos de seres humanos: nosotros, los de supremacía
demostrada, y los demás, los inferiores, los débiles, los que recurren a la denigrante
justicia internacional para intentar defenderse de su propia impotencia
histórica. Hoy se hace más necesaria la defensa de la plataforma
nacional-chovinista porque solo mirándonos a nosotros mismos y negándonos a la
influencia mezquina de pueblos precarios e inferiores, podremos mantener
nuestro orgullo nacional, nuestra pureza patria, nuestro intelecto límpido y
nuestro perfecto e inmutable sistema de justicia.
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