Aida y Clara
No creo en la paz de Santos, la
de los sepulcros, la de los falsos positivos, la de las multinacionales que
explotan tranquilas la riqueza patria y la dignidad de la gente; detesto el
fascismo que se esconde tras Zuluaga, ese que creó el paramilitarismo, vive del narco y hace de la muerte la fuente principal de sus riquezas; no creo en Martha Lucía
Ramírez, porque con ella están los dueños de la tierra, los latifundistas
milenarios que unidos a la iglesia han deshonrado la grandeza patria; no creo
en Peñaloza, por pusilánime, porque al final no hay nada serio que lo
diferencie ni de Santos ni de Uribe. Creo en Aida Avella, creo en la Esperanza,
creo en su valentía y en su coherencia; creo en Clara López, porque ha
aprendido de los errores, porque supo superar a buena hora el dogmatismo que la
tenía secuestrada en su despacho de Teusaquillo y se la jugó por las calles,
las plazas y la gente del común, la carne y el hueso de un país que quiere
decencia, dignidad, democracia real, honestidad y paz verdadera.
Si algún colombiano quiere agua,
territorios, naturaleza viva, pero vota
por Santos, habrá decidido por la muerte y la desolación; si alguien quiere
tranquilidad, trabajo decente, prosperidad, pero vota por Zuluaga o por Ramírez,
habrá decidido por la miseria, por el atraso, por el hambre. Si alguien quiere
cambios, pero vota por Peñaloza, habrá decidido aplazar la oportunidad de las
trasformaciones. Yo quiero agua, parques, bosques, selvas, vida, empleo
decente, trabajo honesto, pan en nuestra mesa, cambios de fondo, paz duradera,
por esa razón Voto por Clara, voto por Aida.
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