La
rebelión de Juana y el Feminismo Comunitario
Mauricio Rodríguez Amaya
"hoy, como hace 200 años, las mujeres de Abya Yala emprenden la lucha por la liberación ante las nuevas cadenas de la explotación y las opresiones; hoy como hace 200 años, miles de juanas están abriendo el camino de la igualdad y el reconocimiento para recuperar la esperanza y la utopía".
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Son días de conmemoración de las luchas infinitas de
las mujeres; recordamos el sacrificio de 129 obreras que murieron calcinadas mientras
pedían salario, descanso y dignidad; se recuerdan las luchas de miles de mujeres
que por el mundo han elevado las banderas de la igualdad y la diferencia; y por
supuesto, conmemoramos las jornadas maravillosas cuando Juana Azurduy, al
frente de un ejército de indígenas, liberó a Bolivia y de paso a su marido.
Un 3 de marzo, de 1816, cuando era prohibido que las
mujeres hicieran parte de los ejércitos independentistas, Juana encabezó una
rebelión que puso fin al sitio español sobre Bolivia y libertó a don Manuel
Asensio Padilla, figura reconocida de las luchas libertarias entre el Chaco y Perú.
Juana era de origen mestizo, guerrera desde niña, heredera de la memoria
colectiva de las causas gloriosas de Tupac Amaru II y Micaela Bastidas, cuya
sangre inundó toda la tierra Inca y Aymara. Juana creó el ejército de las
Amazonas, con cientos de hermanas guerreras y madres, cuyas hazañas lograron sobrevivir
al olvido patriarcal institucionalizado.
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Juana también fue madre y tuvo que ver morir a sus cuatro
hijos mayores en medio de la hambruna y la impotencia. No cedió nunca a la presión
del dolor y jamás dejó de pelearse un puesto en los ejércitos libertadores.
Juana no solo comandó la liberación de Bolivia, sino que contribuyó a las independencias
del Perú y la Argentina, al frente de su ejercito de mujeres denominado “Las
Leales”; pero el patriarcado criollo, no podía aceptar que una mujer, mestiza y
humilde fuera generala de la tropa. Solo hasta 1824, Bolívar le concedió el Rango
de Coronela y le ofreció una pensión que luego fue incumplida en 1830 por los gobernantes
bolivianos que terminaron echando al piso las causas libertarias de los ejércitos
comandados por Azurduy.
Juana es un ícono de la lucha de la independencia, y
sobre todo, hace parte del acervo inspirador de las mujeres de Nuestra América
que han logrado conquistar espacios reservados por el machismo a los hombres, no
sin tener que confrontar cientos de exclusiones y estigmatizaciones. En las
tierras de Juana, ahora anda caminando el feminismo comunitario; el feminismo
de las hermanas Aymaras, obreras y madres, artistas y rebeldes, de las mujeres
de la tierra, bronceadas al sol del desierto y moldeadas con las aguas del Titicaca.
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El feminismo comunitario, aprende desde las memorias colectivas, que son, como
lo dice Adriana Guzmán, los ojos que nos sirven para caminar. El feminismo
comunitario quiere romper con los ejercicios de poder impuestos por el patriarcado
y la colonización, lucha por la tierra contra el control del capitalismo global,
promueve una nueva conciencia colectiva en la que la vida articula toda la acción
humana y de la naturaleza. El feminismo comunitario, es una forma integral de
poder constituyente, una herramienta que enfrenta todas las formas de opresión patriarcal,
machista, colonialista y capitalista. El feminismo comunitario no aspira a una revolución
futura, porque es en sí mismo una revolución presente, actual, vigente y
poderosa. El feminismo comunitario, es al mismo tiempo una teoría social emancipatoria,
que nace en el origen de los pueblos y se alimenta de las luchas y las transformaciones
contemporáneas. Es un feminismo proletario, porque comprende que el poder de
clases es una forma de opresión que se alimenta y radicaliza con el patriarcado
y el machismo. El feminismo comunitario confronta al cristianismo y su
perspectiva patriarcal, que condena a las mujeres como causantes del pecado. El
feminismo comunitario es una apuesta pedagógica descolonizadora, que pretende
superar todas las prácticas educacionales en donde no se reconocen las
diferencias ni las igualdades entre todos los seres de la naturaleza.
Hoy miles de mujeres luchan desde sus comunidades por
implementar una nueva sociedad, antipatriarcal, anticolonial, anticapitalista,
a partir de los principios y las prácticas del feminismo comunitario; hoy, como
hace 200 años, las mujeres de Abya Yala emprenden la lucha por la liberación ante las nuevas cadenas de la explotación y las opresiones; hoy como hace 200 años,
miles de juanas están abriendo el camino de la igualdad y el
reconocimiento para recuperar la esperanza y la utopía. “Son días, para volver
a creer, para volver a soñar”, nos lo dice Adriana Guzmán, precisamente en
estos días en que recordamos a Juana Azurduy, a quien los honores le llegaron
tarde, a pesar de haber liberado, con un ejército de mujeres, una porción gigante
de este continente.
Pocos recuerdan a Juana Azurduy, y mucho hicieron por
ocultar su legado; le prometieron una pensión vitalicia que solo le llegó por 6
años; nunca reconocieron su rango genuino en la tropa libertadora, sino hasta
2009, cuando fue nombrada Mariscal de Bolivia y en 2015, cuando se le nombro
Generala del Ejército Argentino. Pero a
pesar de los olvidos voluntarios y las marginaciones institucionalizadas, Juana
Azurduy encabeza un nuevo ejército libertador, el ejército del feminismo
comunitario, que promete parir desde la América Nuestra las claves para una
nueva humanidad rebelde y liberadora.
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