Mauricio Rodríguez Amaya El BID (Banco Interamericano de Desarrollo) se presenta como "la principal fuente de financiamiento y pericia multilateral para el desarrollo económico, social e institucional sostenible de América Latina y el Caribe"[i], desde su fundación en 1959 a instancias de la Organización de Estados Americanos -OEA-. Esta cincuentenaria organización en la práctica actúa como una estructura comercial y crediticia que denominan "El Grupo BID" integrado por el Banco Interamericano de Desarrollo, que ya habíamos mencionado, la Corporación Interamericana de Inversiones (CII), quien tiene la función de apoyar las iniciativas referidas a la pequeña y media empresa y el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), que se encarga de promover el "crecimiento del sector privado mediante donaciones e inversiones, con énfasis en la microempresa."[ii]. El BID, como instancia de crédito multilateral y público funciona bajos los dogmas propios del modelo de financiarización de las economías pobres. conceptos como Desarrollo mediante el crédito, reducción de la pobreza mediante la asistencia social y competitividad sobre la base de el libre comercio y el fortalecimiento del sector privado, son principios incuestionables de la actividad de este banco. Por esta razón nos parece importante apuntar algunas críticas a los dogmas que soportan su actividad para darle paso a propuestas desde las heregías contra-hegemónicas que hoy pululan y caminan por todo el continente. 1. El dogma del desarrollo mediante el crédito solo le sirve a los que cobran los intereses. América latina es una de las regiones más endeudadas con las entidades financieras internacionales; la deuda colombiana ha crecido más de ocho veces en 20 años , y las condiciones impuestas por los prestamistas han conducido a mermar la capacidad productiva nacional. En solo 20 años, el país perdió el 50% de su infraestructura industrial tanto pública como privada. Las importaciones de alimentos se han incrementado en un 200% en el mismo periodo, y el mercado laboral se ha constreñido al punto de volver los salarios miserables y la contratación preferiblemente flexible. Vivir del crédito, implica sacrificar renglones estratégicos de la producción para satisfacer condiciones del préstamo o para aportar pagos de intereses de deuda, lo cual constituye un inocultable contrasentido a cualquier teoría del desarrollo. 2. La deuda privada crece tan aceleradamente como la pública y los pagos de intereses corren la misma suerte, con la diferencia que en países como Colombia es el Estado el que en casos graves asume el pago de la primera, cargándole al país las responsabilidades crediticias de pequeños grupos de empresarios. De esta manera se democratizan los riesgos y las pérdidas pero se privatizan las ganancias. En Colombia el producto nacional bruto no ha dejado de crecer en los últimos años. Pero sobre la base de un profundo sacrificio de las condiciones de empleo, educación y seguridad social de los trabajadores. Tanto que los empresarios de sectores como la banca han logrado ganancias superiores al 300% por año, pero el salario mínimo no alcanza a subir el 10% anual. Esta inequidad es estimulada por la banca internacional o multilateral, pues es permisiva con los Estados que asumen esta posición paternalista con sus empresarios. Los bancos protegen el retorno del crédito, aún a costa de los enormes débitos sociales que esto trae. 3. No hay desarrollo en América Latina si no se combate la pobreza. Principio loable desde todo punto de vista, pero que para los bancos significa hacer que los pobres vivan de las migajas. El modelo de desarrollo sobre la base del crédito, no solo no combate la pobreza sino que contribuye a incrementarla. De dos maneras funciona el crecimiento de la pobreza: por un lado, la banca multilateral presta a los empresarios para el fortalecimiento de sus empresas, quienes desarrollan programas de "responsabilidad social empresarial" a donde van las migajas de su suculentos negocios –de paso se permiten eludir impuestos a nombre de sus programas de beneficencia-; por el otro lado, el estado garantiza políticas de protección a los empresarios y sus ganancias, promoviendo reformas laborales que hacen más precarias las condiciones del empleo. En Colombia los empresarios ganan por punta y punta. Con los programas de caridad o limosna amarran a los pobres a la puerta del botadero y por el otro, el estado consolida la pobreza prohibiendo a quien trabaja tener derecho a un salario justo. 4. Pero esto no sucede con todo el que se llame empresario. Por supuesto que se trata de beneficio para los más grandes, es decir, para los más poquitos. Historia aparte sufren quienes en medio de miles de trabas y dificultades intentar consolidar una PYME o MIPYME; primero, las posibilidades de crédito internacional son casi inexistentes, el crédito interno los amarra a intereses impagables (la banca colombiana tiene la tasa de retorno financiero más alta del mundo), las responsabilidades fiscales son enormes y las posibilidades de competir son inexistentes a causa de un comercio global que trata como nacionales los productos extranjeros que las multinacionales se dan el gusto de vender a precios irrisorios. Los pequeños viven en condiciones ampliamente adversas, pues deben competir con la tendencia monopólica del mercado global, la falta de garantías para el juego limpio y las cargas de responsabilidad fiscal, que les impiden su crecimiento. Los grandes empresarios y las empresas multinacionales se llevan las ganancias a sus cuentas en el extranjero y pagan pírricas partidas fiscales. El pequeño empresario está dominado por la dictadura financiera nacional y sus posibilidades de desarrollo son casi inexistentes. Es otra manera de hacer que el pez grande se coma en bocanadas a los pequeños.
5. La competividad no es tan competitiva cuando se trata de afectar monopolios. La globalización financiera constituye una etapa de desarrollo del monopolio de los grandes contra la libre concurrencia de los pequeños. El discurso de la competitividad no es más que una argucia retórica para legitimar una competencia desleal en que los productores directos de nuestros países buscan desesperados parar la avalancha de productos baratos que entran por todas partes desde los mercados y maquilas globales. Por un lado los microempresarios, creen que el banco les prestará cuando sus papeles estén en forma, y para ello sacrifican puestos de trabajo y posibilidades de inversión. Los pulpos no necesitan hacer trampa, los beneficios arancelarios, las prerrogativas para su confianza inversionista, y las condiciones perversas de contratación flexible son suficientes para que sus negocios crezcan sin cortapisas. Ellos se quedan con los créditos directos y como si fuera poco, los aportes que deberían ir a las MIPYMES, también se quedan en sus bolsillos, gracias a fundaciones y fideicomisos, con los que se distribuirá la limosna a las muchedumbres. Es mejor controlar la competitividad que facilitar la libre concurrencia, al fin y al cabo los grandes monopolios son los únicos con capacidad de competir si a esta trampa de embudo se le puede llamar de esta manera. 6. Y qué pasa con los jóvenes? América Latina es un continente joven en términos generacionales. En Colombia, el 33% de la población es menor de 30 años. Pero de ellos y ellas, solo el 8% va a la universidad y solo se graduarán dos por cada mil. El 50% no tiene seguridad social y seguramente ninguno conseguirá pensionarse en treinta años; 80 de cada 100 no tiene trabajo y solo el 20% de los que lo consiguen lo hacen mediante formas laborales, el resto debe someterse al abuso, la sobre explotación y la contratación flexible. Pero no es un problema de los más pobres o los ignorantes. En Colombia, un médico (graduado) que trabaja para una EPS, recibe 200 pesos por paciente, y algunas prerrogativas adicionales si le evita la entidad la carga de pagar medicinas caras o servicios especializados. En Colombia no hay empleo para los jóvenes, sencillamente porque las empresas fueron cerradas, liquidadas o vendidas para pagar deuda externa pública o privada. En Colombia los jóvenes no tiene educación ni salud, porque los colegios, las universidades o los hospitales han sido cerrados, liquidados o vendidos para cumplir una de las condiciones del crédito externo más fulminantes contra nuestros pueblos: la reducción del tamaño del estado. El crédito externo nos amarra al dominio de los bancos y con ello a los designios de los pulpos multinacionales. [i] Página Web Banco Interamericano de Desarrollo. http://www.iadb.org/aboutus/whoWeAre.cfm?lang=es. [ii] Ib Idem. http://www.iadb.org/aboutus/whoWeAre.cfm?lang=es [iii] Ib Idem. http://www.iadb.org/aboutus/VI/nonborrowing.cfm?lang=es |
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1 comentario:
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