Quién
Ganó con el NO? El Fascismo Social
Esta
nota no es un balance más sobre las causas del triunfo del No en las elecciones
plebiscitarias del 2 de Octubre, con las que Colombia anhelaba salir
definitivamente de la Guerra, sino más bien, una alerta sobre lo que se cocina
en los púlpitos, en los cultos y en los comedores de un grupo dirigente que
promueve el fascismo como mecanismo de ascenso al poder.
Mauricio
Rodríguez Amaya
En una época plagada de
incertidumbres, marcada por la precariedad del trabajo, el vaciamiento de la
democracia, el surgimiento de nuevos enemigos, la pauperización
del pensamiento, y la banalización del
espíritu, resurgen los fascismos sociales como mecanismos para dar respuestas
rápidas a problemas complejos; los fascismos sociales son arquetipos de
justificación de la violencia contra el otro, contra el diferente, contra el
oprimido. Esta nota no es un balance más
sobre las causas del triunfo del No en las elecciones plebiscitarias del 2 de
Octubre, con las que Colombia anhelaba salir definitivamente de la Guerra, sino
más bien, una alerta sobre lo que se cocina en los púlpitos, en los cultos y en
los comedores de un grupo dirigente que promueve el fascismo como mecanismo de
ascenso al poder.
El fascismo social, se
alimenta de los miedos más comunes, los que produjo la sociedad de la
discriminación, el consumo desenfrenado, el hedonismo y la ignorancia,
impuestos por el Capitalismo. Según De Sousa (2009) existen al menos cuatro
tipos de fascismo Social; el fascismo del apartheid
social, es decir, la segregación de los excluidos a través de la división de
ciudades en zonas salvajes y civilizadas. El Fascismo paraestatal, donde
actores (individuos o corporaciones) muy poderosos, usurpan, con Estado o sin
Estado, los derechos fundamentales de las personas y de las sociedades; Este
fascismo tiene dos dimensiones, el fascismo
contractual, en donde la discrepancia de poder entre las partes es tal, que
la parte más débil se ve compelida a aceptar las condiciones impuestas por la
parte más fuerte; y el fascismo territorial, en donde actores muy
poderosos se disputan el control de los territorios, a través de la cooptación
o la coacción del Estado local a la
manera de los viejos y nuevos dominios coloniales. La tercera forma, es el fascismo financiero, que controla los
mercados, expulsa de sus casas a los deudores, condena a la pobreza a los
trabajadores y excluye a los más humildes de los beneficios del mercado.
La cuarta forma de
Fascismo social es el fascismo de la
inseguridad. Consiste en la manipulación discrecional del sentido de
inseguridad de las personas y grupos
sociales vulnerables, debido a la precariedad del trabajo o a causa de
accidentes o eventos desestabilizadores (recordar el 11S). Esto produce una
fuerte incertidumbre hacia el futuro que lleva a las personas a reducir sus
expectativas y a renunciar a sus derechos, con tal de reducir la condición de
riesgo. Aquí juegan un papel determinante los negociantes del miedo, los
mercaderes del infierno y los prometedores de paraísos. Dentro de los
principios comunicacionales de Goebbels (propagandista del Fascismo alemán),
encontramos el principio de transfusión, consistente en que “Por regla general, la propaganda opera
siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o
un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir
argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas” y no hay herramienta más fácil de difundirse primitivamente como el
miedo.
Al fascismo social, hay
que sumarle otros dispositivos ideológicos del fascismo tradicional, al cual ha
estado sometida América Latina en los últimos 500 años; basta recordar el
predominio de un solo dios sobre cualquier otro, que legitima matar culturas en
nombre de su iglesia; o el fascismo de Género que condena a la mujer a
condiciones de sumisión permanente frente al hombre, también muy propio de la tradición
judío-cristiana; o al fascismo homofóbico, que en nombre del mismo dios,
condena a la exclusión y a la muerte a quienes optaron por opciones sexuales
diversas; o el fascismo de la Escuela, que niega la experiencia del niño para
imponer las verdades del maestro; o el
fascismo político, que nos condena a reducir las libertades a nombre de la
seguridad; o el fascismo de la televisión o el cine que nos enseñó que el “bueno”
está legitimado para matar “malos”, “indios”, “comunistas” o incluso
desafortunados transeúntes. O el fascismo xenófobo que odia a los amarillos, a
los extranjeros, a los negros, a los raros, a los diferentes. O el fascismo del
hogar, donde el poderoso padre está autorizado por dios para golpear a su mujer
y a sus hijos a nombre de la sagrada institución de la familia. O el fascismo
de la propaganda Nazi, con la que se recurre a exacerbar el sentido de incertidumbre
humana para cundir el miedo, la rabia y la tergiversación.
Quien ganó con el No? El partido
fascista, apoyado en los fascismos sociales de la segregación cultural, social,
racial y sexual; quién financió el triunfo del No? el fascismo de las
corporaciones que viven del trabajo ajeno pero no lo pagan, que impiden los
sindicatos y asesinan sindicalistas; quiénes
se benefician con el triunfo del No? El fascismo territorial de los dueños de
la tierra, de los que han suplantado, cooptado y coaccionado a las
instituciones para tener más tierras, más armas, más poder; quiénes alimentaron
el triunfo del no? El fascismo tradicional de la homofobia, la misoginia y la
xenofobia, del patriarcalismo y el machismo impuesto por la ideología de género
judío en sus iglesias y en sus cultos. Con qué argumento ganó el no? Con las
trampas epistemológicas del fascismo de la inseguridad, que vendió el miedo al
homosexualismo como el riesgo supremo de la familia, como si eso tuviera algo
que ver con los acuerdos de la Habana.
Esto es una alerta
significativa; el rezago cultural, la precariedad del trabajo, la guerra y el
estado de inseguridad, han creado una sociedad sumisa y miedosa, dispuesta a
dejarse seducir cada vez más por el fascismo político y los fascismos sociales,
los nuevos y los clásicos; una sociedad asustada por todo aquello que no está
en la doctrina de la Fe. Esa sociedad siempre ha estado ahí, pero el momento de
refrendar la superación de la guerra terminó siendo un detonante que nos debe
alertar, pues el futuro puede ser, en vez de una era de reconciliación y de
paz, una nueva oscura noche de persecución, segregación y violencia de corte
fascista.
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