Nos vemos en el infierno
Si es verdad que allí “viven” los que insurgieron con sus letras y sus actos, mundos más rebeldes, páginas más fascinante y países más igualitarios, entonces debe haber muy pocas cosas interesantes por visitar en el compasivo y enmermelado paraíso del Señor nuestro Dios
Mauricio Rodríguez Amaya
Tengo muchas sospechas sobre ese cuento de
la vida eterna en un paraíso de leche y miel; pero si eso es así, y uno tiene
que seguir viviendo después de la muerte, quiero estar donde habita Berta
Cáceres, Fidel Castro, Gabo Marquez, Hugo Chávez, Eduardo Galeano, Alfonsina
Storni, Gabriela Mistral, María Cano y Ana Frank. Este mundo es muy aburrido
sin ellos y sin ellas; y me imagino que donde anden, las cosas tienen los
colores de la vida, la alegría incansable de los luchadores y la virulenta
crítica de los que no comieron entero en este mundo de miserias a crédito.
El cristianismo nos enseñó, esa extraña
división del mundo social, entre buenos, malos y casi malos; Dante Alighieri,
al perecer el único testigo presencial de la división interna del infierno,
graficó hace varios siglos cómo funcionaba la cosa; entre más pecadores los
pecadores, más cerca de Lucifer. Parece que al Viejo grande de cornudas
frontis, no le gusta estar muy lejos de los más peligrosos. Claro que hay que
decir, que la obra más importante de la literatura italiana (para ellos) fue
construida con los parámetros de la racionalidad cartesiana y tomista, que
extrapoló las realidades del mundo de los mortales para intentar construir una
descripción, más o menos verosímil del infierno. Esa cosa de los círculos
concéntricos alrededor de lucifer, que nunca se mueve de su centralidad,
todavía no alcanza a convencerme; el demonio debe ser un poco más astuto, con
tanta gente ingeniosa que llega cada día buscando morada entre sus huestes,
como para quedarse todos los días mirando exactamente al mismo punto. Además, en la
cultura Muisca, aprendimos que la muerte es un viaje, bueno y malo, pero en todo caso, solo eso, un
viaje. Así que pensar que te mueres, no para viajar sino para quedarte en el
mismo círculo concéntrico per
saecula saeculorum, no me
deja de producir sospechas.
Aun así, si el infierno de Dante y de Tomás
son ciertos, si los fuegos y las pailas y las chacras y las lepras son ciertas,
y es cierto el aceite irritante y el llanto eterno, creo que me gustaría
conocer algunos de los círculos concéntricos donde habita tanta gente
interesante. Si es cierto, como dicen, que en el infierno habitan quienes se
atrevieron a enfrentar la sacrosanta modernidad, capitalista, colonialista y
machista, si es verdad que allí “viven” los que insurgieron con sus letras y
sus actos, mundos más rebeldes, páginas más fascinantes y países más
igualitarios, entonces debe haber muy pocas cosas interesantes por visitar en
el compasivo y enmermelado paraíso del Señor nuestro Dios. Los gigantes están
en otro lado; las magas y las brujas magníficas y eternas están donde deben
estar y ahí es precisamente donde hay que ir, en el primer viaje que me
permitan hacer mis abuelos
Muiscas.
Seguramente tendré que encontrarme con
seres despreciables que han curtido de miseria el mundo, que han hecho de la
muerte su estandarte y que han mancillado la dignidad de millones de personas.
Veré muchos pecadores virtuosos, de esos que no quisieron pecar y que en pecado
murieron; esos que están lejos, en el limbo, de las garras mortales del
demonio. Los pusilánimes, los indecisos, los incrédulos, por ahí pasaré rápido,
para que no me contagien sus indecisiones. Me quedaré un rato entre las
lujuriosas, disfrutaré sus huesos, amaré sus pasiones, dejaré que sus cuerpos
descompuestos y sucios me consuman un poco, a fuego lento; disfrutaré las viandas podridas que celosamente ofrezcan
los glotones, y me cuidaré de la ira infernal de los coléricos. Y sin duda, sin
ninguna duda, pasaré una larga temporada entre los necios, los irreductibles.
Quiero
imaginarme una noche de ron y de cervezas, con Fidel, el Che y Simone de Beauvoir; entre el estilo picaresco del
Comandante Chávez, y la gramática perfecta de Lucila Godoy; disfrutar de la
insidiosa elocuencia de don José María
Vargas Vila, la épica mundana de Miguel Hernández y la paciente literatura profunda de Eduardo Galeano; gozar el
donaire abnegado de María Cano y la destemplada hermosura de Frida Kalho;
escuchar las alucinante sensatez de Sartre y dejar que la locura de Antonin
Artaud controle el universo; aprender
a distinguir lo real maravillo de Gabriel García Márquez y la maravillosa
realidad de José Saramago. Dejarme tentar por un trago de aguardiente con Jaime
Pardo y saldar la cuenta que dejó por pagar Guadalupe Salcedo la noche negra en
que lo asesinaron. Bailar con Maya mientras canta Celia, brindar con millones
de desconocidos, reírnos de nuestra triste realidad latinoamericana y llorar
otra vez, por los que no alcanzaron a llegar a ese maravilloso circulo 6, que
es la casa final de los herejes.
Aún hay muchas cosas por
hacer aquí y sobre todo, un mundo por cambiar. Quizás ese viaje deba esperar un
poco, no sabemos; pero cuando venga, que sea para compartir con tantos hombres y
tantas mujeres que quise y quiero conocer en este mundo, donde fueron marginados,
perseguidos, olvidados, pero que sin duda, tendrán su segunda oportunidad bajo
la tierra.
_____________________________________
Me enanto. prefiero el infierno de los valientes y soñadores que el falso cielo enmermelado de los cobardes. que el ultimo viaje valga la dicha y no la pena...nos vemos en el infierno!!!
ResponderEliminar