U
n presidente gringo
Por:
Mauricio Rodríguez Amaya
Ha llegado la hora de tener, para bien
de la patria (nuestra y suya) un presidente de altas latitudes norteamericanas,
de modales de corte anglosajón y de sentimientos nobles e imperiales como lo
demuestra su linaje. Ha llegado la hora de tener un presidente Gringo que
piense en su pueblo y nos gobierne a
nosotros.
En una venturosa tarde de
septiembre de 1954, bajo los calores otoñales de Washington refrescados por los
aires provenientes del Potomac, nació un niño que ahora quiere ser Presidente a
varias leguas de distancia del país donde vio la vida. Hijo de un prestigioso economista
y político colombiano, Enrique Peñalosa, creció en el imperturbable norte de
Bogotá, muy cerca donde hace pocos años unos asaltantes, seguramente venidos
del sur, le robaron su bicicleta mientras almorzaba. Se hizo bachiller en el
Refus, en Cota, fuera de la bulliciosa capital, en épocas en que los colegios
públicos bogotanos no eran más que casuchas levantadas con tapia prefabricada y
ladrillos cocidos en San Cristóbal (también al Sur). Luego, muchos años
después, este gringo pudo ser alcalde de la Capital de Colombia, cuando se
presentó ante el electorado como un candidato independiente, protector del cemento,
prometedor de obras estratégicas (como la desocupación de la Candelaria y el
Transmilenio), después de haberlo intentado
dos veces antes desde el Glorioso Partido Liberal, el mismo que le permitió a
su padre ser ministro, embajador y hasta productor de telenovelas, cuando Punch
dominaba el mercado de las lágrimas.
Ahora, este hombre de
presencia gringa y de apellido cachaco, quiere ser presidente; algunos han
dicho de forma equivocada que su inscripción es inconstitucional; esta tesis no es cierta, porque los prístinos
juristas que redactaron nuestra constitución nacional dejaron bien claro que
son colombianos de nacimiento, no solo los que son paridos en esta patria
moribunda y pobre, sino los que prorrumpen a la vida en el extranjero pero
cuyos padres son nacionales colombianos. Cuando Enriquito nació, don Enrique
Peñalosa Camargo era funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo bajo el
manto prolijo del partido liberal de Lleras. Por esto, ese argumento para ensombrecer
el legítimo derecho que tenemos todos a tener, por fin, un presidente gringo,
se cae por su propio peso.
Ha llegado la hora de
tener, para bien de la patria (nuestra y suya) un presidente de altas latitudes
norteamericanas, de modales de corte anglosajón y de sentimientos nobles e
imperiales como lo demuestra su linaje. Ha llegado la hora de tener un presidente
Gringo que piense en su pueblo y nos
gobierne a nosotros. Bolívar se equivocó de cabo a rabo cuando aseguró que los
Estados Unidos parecen estar destinados por la providencia para plagar de
hambre y miseria el pueblo americano; pero errar es de humanos, y no tenía por qué
saber nuestro libertador que de esas mismas tierras brotaría el hombre
iluminado por la providencia para llevarnos al camino del bien común, del
destino manifiesto, de nuestro propio sueño americano.
Para desgracia nuestra,
siempre hemos tenido presidentes criollos, impuros de sangre y nacionales de
nacimiento en estas tierras de tercera clase, concebidos en hospitales
bogotanos o paisas, de pronto algún caucano o un barranquillero; y las
experiencias nunca, pero nunca, han sido del todo satisfactorias; en la médula
del problema está, que la enorme mayoría de todos nuestros gobernantes han
nacido acá con ganas de haber sido de allá. Entonces, la única forma de
revertir semejante tacha ha consistido en gobernar para allá, despreciando a
todos los de acá. Esos presidentes,
desde el nacimiento mismo de esta republiquita liberal y goda, han intentado
quedar bien con quienes consideran sus guías fundamentales, no les pueden
llamar padres, porque no lo son, entonces asumen que deben llamarles jefes. Pero
cuando este pueblito hace reclamaciones por la falta de justicia o de pan, por
la ausencia de soberanía o de decencia, entonces estos presidenticos han
asumido la postura de sus jefes: se han hecho los gringos. No queremos más
presidentes que ante los problemas o las presiones, ante los reclamos y ante
las multitudes descontentas se hagan los gringos, necesitamos un gringo que ya
lo sea desde el primer día, que no tenga que hacerse el gringo porque ya lo es y para que no haya duda que cuando reclame la gente de acá él se comportará como se comportan los de allá.
Peñalosa, nuestro futuro
presidente gringo, tiene buenos respaldos aquí y en su país. Desde su país lo
apoyan los economistas y los bancos que necesitan más cosas de nosotros y
nuestro suelo, para pagar las deudas que nuestros presidentes criollos han incrementado desmesuradamente; acá cuenta con
el apoyo de otros ilustres colombianos, incluyendo a nuestro símbolo nacional,
el Gran Colombiano, el ejemplo paisa, el dueño del ubérrimo y de su propio
ejército, el hombre que logró que el centro (democrático) pudiera ubicarse
definitivamente en la extrema derecha. Decir que Peñalosa es el caballo de
Troya de los uribes y sus ubérrimos, es una figura desproporcionada y arcaica
que remonta a una mitología ya olvidada en estas tierras dond ya no se
estudia Ciencias Sociales en las escuelas públicas. No, definitivamente
Peñalosa no es ningún caballo de Troya, es un símbolo fresco del progreso, es
el Volks Wagen con el que Hitler introdujo a Henry Ford en el mercado de
los automóviles de Europa; es el tanque con el que Texas Co. sembró la
democracia en Irak; es la hamburguesa con que McDonald’s revolucionó la alimentación
de la desnutrida y amarillenta cultura china; es el tomate transgénico con el
que Monsanto nos va a convencer de producir alimentos sin que para ello
tengamos que utilizar la tierra; Peñalosa es el símbolo del progreso americano,
el chico rebelde (o reverde) que cree en
la economía del mercado aunque el mercado no crea en nosotros.
Peñalosa representa a nuestro propio llanero
solitario, llamado por los dioses americanos a eliminar por fin, tanto indio
suelto en estas tierras prodigiosas y ricas, a las que tantas ganas le tienen
desde hace siglos los verdaderos redentores del futuro, los herederos legítimos
de Monroe, la sangre poderosa que por el mundo riega millones de carros, tancados de democracia y
carretilladas de hamburguesas.
Le pido el favor de hacer menos círculos literarios, va y viene y en verdad no supe a dónde quería llegar. Tal vez solo al inicio. Con una sola oración bastase. Gracias.
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