miércoles, 20 de julio de 2022

Este 20 de Julio, sí tenemos qué celebrar

 

Este 20 de Julio, sí tenemos qué celebrar

 

“Hoy conmemoramos este 20 de julio, como una reivindicación a esos pueblos que prendieron la chispa de la independencia por todo el continente americano.  Pero al mismo tiempo celebramos el momento político que hoy vive Colombia, en donde las energías esperanzadoras del Cambio permean todos los espíritus”.

 

Mauricio Rodríguez Amaya

@Mao-rodriguez1

 


Hace 212 años, sobre las 9 de la mañana el criollo independentista Joaquín Camacho se presentó ante el Virrey Amar y Borbón para solicitarle formalmente la propuesta de conformar una Junta de Gobierno. No fue sorpresa para el patriota la respuesta negativa del virrey.  Los criollos ilustrados llevaban más de 10 años analizando y proponiendo fórmulas para hacerse partícipes en la administración del virreinato; tradujeron la carta de los derechos del hombre que se había creado con la guillotina sobre la cabeza de los reyes franceses; estudiaron en detalle la independencia de Estados Unidos; conocían de la resistencia haitiana y la valerosa sangre derramada México.  La Chispa independentista había permeado el ambiente; las revoluciones ilustradas ganaban fuerza en América y las luchas indígenas y negras empezaban a ocupar un lugar destacado en las conversaciones matutinas de los caudillos, tras las insurrecciones en Cuba, Santo Domingo y La Española. La caída del Rey de España en medio de las disputas europeas abría el camino a la autonomía política y administrativa de las colonias americanas; las fuerzas populares ya no soportaban más el yugo de los altos impuestos ni la esclavitud derivada de la mita y la encomienda. El mundo había cambiado y era menester ponerse a la altura de los cambios.  



Ese 20 de julio de 1810, en las calles los hermanos Morales montarían la trifulca mientras los chisperos se distribuían entre el mercado arengando sobre la junta de gobierno. El patriota José María Carbonell, montado en una tribuna improvisada, alertaba sobre la necesidad de mantenerse en las calles hasta que Amar y Borbón convocara la conformación de la Junta de gobierno so pena de ser fusilados como insurgentes con la aurora del próximo día en la plazoleta de San Victorino. La chispa explotó en el mercado y ya la gente no se detuvo hasta llenar la plaza Central de Santa Fe, prender las hogueras en los puentes de La Candelaria y rodear a la tropa menguada de Santa Fe. El levantamiento popular obligó al Virrey a convocar la Junta de Gobierno en cabeza de Carbonell, José Acevedo y Gómez, Camilo Torres y Joaquín Camacho, entre otros. Había triunfado la Revolución y con ella, se abrían las rejas de las cárceles para la libertad de don Antonio Nariño y del cura liberal Andrés María Rosillo. Se iniciaba un momento de esperanza colectiva del pueblo que confiaba temporalmente en la élite criolla para sacar estas tierras del dominio monárquico español.

212 años han pasado de ese capítulo fundamental de nuestra memoria colectiva. Dos siglos largos intentando construir un país en medio de las contradicciones, la violencia y las múltiples invasiones políticas, económicas y culturales, aprendiendo a desmitificar las élites y a construir un gobierno propio. Hemos aprendido y desaprendido de esa experiencia histórica; vimos caer en el pabellón de fusilamiento a sus protagonistas al tiempo que vimos nacer la generación que no claudicó hasta lograr una primera independencia definitiva. Vimos como esa independencia soñada y sufrida fue traicionada una y mil veces por las élites que a contracorriente tomaron el poder para ponerlo al servicio de aquellos que habían sido expulsados. Las nuevas dominaciones ya no recurrían a las armas, pues mantenían el poder dominante de las creencias y la potencia controladora del empréstito externo. Dos siglos han pasado entre la aspiración popular de la libertad y la adhesión permanente de las élites a sus privilegios, alcanzados tras la traición, la injusticia y la guerra. De aquella independencia a medias que se fraguó un 20 de julio, nos queda la memoria del triunfo efímero, pero sobre todo, el aprendizaje de lo que son capaces los pueblos cuando se comprometen decisivamente a cambiar el rumbo de su historia.



Y aunque nos hemos acostumbrado a los desfiles militares conmemorativos de un ejército que no existía, celebrando el triunfo de una guerra que no pelearon, este 20 de julio tiene un tono especial, un nuevo matiz que merecer ser conmemorado y reconocido. Este 20 de julio, como aquel de hace 212 años, los pueblos tienen un protagonismo diferente; las voces de los pueblos indígenas y negros, de las mujeres luchadoras, de los trabajadores, de los líderes ambientales y comunales llegan al congreso en una proporción nunca vista.

Este 20 de julio llega al Congreso la primera Bancada del Pacto Histórico, conformada por las voces sobrevivientes de la violencia; por aquellas que han defendido el agua y el rio, la semilla limpia y la paz de las comunidades. 50 congresistas, 20 senadores y 30 representantes a la Cámara, llegan a ocupar curules que en otrora pertenecieron a las élites. Esta bancada tendrá la Presidencia del Congreso, intentará sacar adelante las leyes que le devuelvan los derechos a los pueblos y tendrá la responsabilidad de aprobar el Plan de Desarrollo del Gobierno del Cambio. Su tarea no es para nada fácil, precisamente porque tendrán la responsabilidad de sacar adelante las reformas que nos pongan a la altura de este nuevo momento histórico.



Hoy conmemoramos este 20 de julio, como una reivindicación a esos pueblos que prendieron la chispa de la independencia por todo el continente americano y particularmente en las tierras valerosas de Santa Fe y Cartagena.  Pero al mismo tiempo celebramos el momento político que hoy vive Colombia, en donde las energías esperanzadoras del Cambio permean todos los espíritus. La agenda comprende reformas que van desde la recuperación de la dignidad del trabajo, la protección de la naturaleza, generar condiciones para asegurar la redistribución y la justicia social, así como una profunda reforma a nuestros modelos educativos y culturales para que los pueblos hablen desde su memoria y su historia. Es en esos momentos decisivos, donde la historia nos pone las hojas en blanco para que seamos capaces de reescribir nuestro destino. Así como hace 212 años, hoy conmemoramos que ha llegado el momento de apropiarnos decididamente del rumbo que le espera a esta patria mil veces dolida y mil veces liberada. Feliz 20 de julio.

martes, 21 de junio de 2022

Petro y el Trabajo


Petro y el trabajo


Soñemos que es posible cambiar. Hagamos posible esos cambios para que las próximas realidades sean mejores que las nuestras. Demos paso al Cambio de época que exige con urgencia la Colombia del futuro.


Mauricio Rodríguez Amaya


Quiero empezar esta reflexión, recordando una sugestiva tesis de
Eric Hobsbawm traída a la actualidad por Boaventura de Sousa Santos en su libro sobre el final del milenio. Hobsbawn ha Dicho que lo siglos no empiezan el primero de enero del primer año de una nueva centuria, sino cuando se imprime una marca en el mundo, un signo distintivo de la época precedente, una huella de define rumbos alternos del tiempo vivido, un nuevo devenir.

Y quizás pueda parecer exagerada esta afirmación, pero el nuevo siglo llega para Colombia a partir del 19 de junio de 2022. El triunfo electoral de Petro, representa un cambio de época y eso es innegable. Es el primer gobierno popular en toda la historia republicana, salvo el breve intersticio de la Revolución de Melo y el movimiento plebeyo de los artesanos a mediados del Siglo XIX; es el primer gobierno progresista de Colombia, porque durante las olas progresistas de América Latina, que alentaron cambios a mediados del siglo XX o a parir de la crisis sistémica de 1999, Colombia se mantuvo anclado a las derechas, a la violencia y al atraso. Es el primer gobierno con un programa de izquierda moderna, que combina la necesidad de hacer eficiente el estado, asegurar reglas claras para el mercado, empoderar la comunidad y promover los derechos de la naturaleza. Es el primer gobierno que ofrece moverse entre las reivindicaciones de la igualdad, y las reivindicaciones de la redistribución, empezando por asegurar el acceso a los derechos de los más desposeídos, los desarraigados, los alimentados por el hambre y el miedo durante años y años de promesas incumplidas y subsidios miserables.

Cuáles son esas señales del cambio epocal en materia de derechos del trabajo?. Hacia dónde se deben movilizar los esfuerzos y los corazones para materializar las promesas del trabajo digno, el empleo decente y el emprendimiento con derechos?. Me permito proponer algunas ideas:


1. El Estatuto del Trabajo como iniciativa ciudadana: La constitución Política de Colombia permite que los ciudadanos y las ciudadanas impulsen iniciativas legislativas. Si queremos que el Estatuto del Trabajo se convierta en una herramienta de largo plazo, debe ser pensado y construido desde abajo, a través de una gran consulta popular que involucre a todos los sectores, territorios y grupos poblacionales. El Estatuto debe asegurar tres grandes principios: 1. Devolverle a 9 millones los derechos a la estabilidad y la permanencia que durante el neoliberalismo fueron conculcados. 2. Limitar y sancionar la tercerización, fórmula eficaz para eliminar derechos y destruir el tejido organizacional de los obreros. 3. Restablecer la jornada laboral de 8 horas máximo, limitar la jornada máxima semanal a 40 horas, devolverle el valor a dominicales, festivos y horas extras.




2. Sindicalismo para un Cambio de época: El sindicalismo colombiano ha sido reducido a su mínima expresión, como producto de las reformas neoliberales, la violencia contra sindicalistas y por la fragmentación, el ostracismo y la burocratización de muchas de sus direcciones. Su poca capacidad de respuesta a los ajustes neoliberales no le permitió responder adecuadamente a la ola destructiva de los derechos laborales, no supo asumir la defensa de la perspectiva colectiva de los derechos y le dejó el camino abierto a la individualización. Es el momento del cambio de mentalidad y de perspectiva, será un sindicalismo con capacidad de poder, capaz de defender en las calles sus agendas, recuperar la credibilidad para aumentar la afiliación y, con mentalidad autocrítica, ser capaz de liderar la agenda de cambios desde las iniciativas populares y sus aliados en el congreso. El sindicalismo debe aspirar al menos a triplicar sus afiliados, para alcanzar si quiera las cifras pico de sindicalización que ha tenido Colombia en otras épocas; ello implicaría pasar de 800 mil a 3 millones de sindicalistas.

 
3. Proteger el Trabajo Rural: Uno de los grandes retos propios del cambio de época, será cerrar definitivamente las heridas de la guerra, de la expropiación latifundista y la violencia contra el campesinado. Eso solo será posible cumpliendo el Acuerdo de Paz y devolviéndole al campesinado la tierra, la capacidad productiva y sus derechos al trabajo, la seguridad social y a la paz. Aquí la clave será establecer un marco regulatorio para la protección y promoción de la economía familiar, la productividad comunal y el cooperativismo. La agroindustria por su parte debe garantizar que sus obreros sean tratados como tales y no como esclavos del feudalismo moderno.


 4. Promover el emprendimiento comunitario: La Comunidad sucumbió al mercado y fue desprotegida por el Estado. Así que se hace necesario redistribuir las cargas y las responsabilidades entre Estado, mercado y comunidad. Una clave para asegurar esa redistribución pasa por generar procesos productivos comunitarios, devolverle a la gente la posibilidad de gestionar las obras públicas, los caminos veredales los acueductos comunitarios, la protección colectiva de la naturaleza, la recuperación de la productividad local. El emprendedurismo ha sido el discurso para legitimar la precariedad laboral, pero también hay una dimensión positiva del concepto y es precisamente aquel en que dicho emprendimiento no está ligado al obrero explotado en condición de creerse su "propio jefe", sino en el cual el proyecto le pertenece a la comunidad. Regiones enteras podrían recuperar sus potencialidades de capital social colectivo, redirigiendo recursos para promover Alianzas Público-Populares, emprendimientos del barrio, empresas de la cuadra.



5. Pasar de la Economía Corporativa a la economía Cooperativa. El neoliberalismo endiosó los bancos y satanizó las economías sociales y cooperativas. Incluso instrumentalizó las formas cooperativas de producir, para asegurar los recursos del capital corporativo nacional y trasnacional. Pero si hubo un sector que demostró su capacidad de sobrevivir a la pandemia sin apoyo del Estado, fue precisamente la economía social y solidaria. Ahí tenemos un potencial transformador enorme, que no solo genera bienes, sino sobre todo, una cultura basada en la solidaridad, el colaboracionismo, la cooperación. Este enfoque ha salvado pueblos enteros de la América Nuestra mil veces devastada por el capital y reconstruida por los corazones entrelazados en la cooperación comunitaria.

 

Un cambio de época no es el producto del cambio de gobierno; es cuando la gente de a pie, las instituciones y las comunidades, cambian sus paradigmas, sus deseos, e incluso sus formas de desear. Soñemos que es posible cambiar. Hagamos posible esos cambios para que las próximas realidades sean mejores que las nuestras. Demos paso al Cambio de época que exige con urgencia la Colombia del futuro.