Nuestros
domingos cortos
Almaro
Los domingos son los días más
largos de los siete siglos que dura una semana, recuerdo mientras leo pacientemente
a William Torres y lo imagino saltando a
bostezos los clasificados de la prensa dominical. Los domingos son días de
descanso largo, de encuentros familiares y almuerzos robustos en la mesa de la
abuela; las tardes de domingo son para la televisión inservible o los oficios
aplazados durante años que otra vez quedarán a la espera de otra época. Los
domingos son los días más largos, menos cuando los domingos son nuestros
domingos y el tiempo se nos vuelve efímero, veloz, y el pretexto previo de los
lunes siempre se hace breve.
En esos domingos juntos, el
día empieza tempranito y mientras yo voy por un café tu terminas de hilar los
últimos sueños de la mañana; luego vienen las caricias tempranas y algún beso
de bienvenida; pronto el desayuno llenará el espacio de las palabras y el
silencio nos llevará bajo las cobijas; iremos a caminar después de recorrer
suavemente nuestros cuerpos, vamos sueltos de ropas, porque el sol del domingo
es más intenso, agradecido de las gentes que viajan a los parques o las plazas
para calentar la memoria y dejar pasar inútilmente el día. Buscamos refugio en
un café de calle, o entramos en un museo del cual no teníamos la menor idea;
dejamos que nos devore la memoria de los anaqueles, resolvemos las cábalas de los libros viejos
con números romanos; vamos de la mano, despacio, buscando una librería de
fábulas por descubrir, o el teatro o el cine, para dejarnos llevar de alguna
buena historia; o sencillamente un parque, para contar en nuestras manos las
hojas amarillas o las semillas infinitas de un falso pimiento; caminamos,
conversamos y en menos de lo que deseamos, el domingo fenece apacible, apocopado,
plenamente corto. Los domingos son,
contigo, una caricia que se escapa fácil entre nuestras manos.
Esos domingos juntos, esos
domingos cortos, los añoro, aunque duren menos que los domingos otros. Esos
domingos de subirnos a una montaña, o de aguas cálidas o de brisas de páramos;
esos domingos cortos, son intensamente repletos de la magia que hace que
caminar juntos sea siempre una historia inspiradora, un bálsamo de aliento, una
esperanza. Los lunes, cuando ya no estás, esos lunes en cambio, si son
verdaderamente largos lunes.
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