Reivindicamos la política, la vida y la paz. Carta
a los aplausos de Vallejo
Son indiscutibles las razones por las que Fernando Vallejo merece ser leído
y escuchado con absoluto respeto. La admiración que convocan sus obras está
bien plasmada en los muchos premios que le han sido otorgados y en los
corazones de las personas que esperan sus nuevas palabras para ovacionarle.
No obstante, las acostumbradas posturas de Vallejo contra todo y contra
todos aparecen en el año 2015 de un modo especial por todos los cambios
posibles y riesgos que reúne nuestro tiempo como interpelaciones decisivas para
quienes reivindicamos la política, la vida y la paz. Los muchos aplausos que
concitó, sobre todo de personas jóvenes, con lo que dijo en uno de los eventos
más grandes que se han hecho en Bogotá sobre la cultura y la paz implican una
discusión que tenemos que dar como generación sobre lo que somos ahora y sobre
lo que seremos en el futuro.
Aplausos para Vallejo. Las palabras del autor de la celebrada novela “La
virgen de los sicarios”, un título que es como un tatuaje de nuestra época,
fueron un repudio a los personajes que ocupan las primeras planas de los medios
de comunicación como un catálogo de asociaciones entre apellidos, crímenes e
ilegitimidades. Y son un repudio a la clase política y su falta de vergüenza, y
una denuncia justa de muchas cosas que sabemos y con las que nos hemos tenido
que acostumbrar a vivir. Dichas por Vallejo, el respetado Vallejo, fueron
además un conjuro, una cachetada efectiva como quisiéramos darle miles a miles,
una que en serio les puede llegar, como no ocurre con nuestras iras anónimas.
Pero las palabras de Vallejo tienen otro alcance, aplausos. En la mirada de
un país en el que todo merece ser repudiado, excepto la responsabilidad individual,
porque 'yo no dañé nada', hay un abismo de indignidad en el que se cuestiona
sólo la moral ajena y no hay una autocrítica que invite a construir una
Colombia distinta ala que se dice repudiar. El abismo al que conduce la idea de
que después de ver y reconocer el horror que ha sido nuestra historia, a través
de la narrativa engañosa que se ha impuesto por la TV y por muchos libros,
deberíamos repudiar a la política como causante de todos nuestros problemas,
como la caja de Pandora de la que han salido todos los males de nuestra
sociedad.
Más acá de las diatribas de Vallejo, no se puede esperar que algún día
caigan del cielo la justicia, ni la democracia ni otras tantas cosas necesarias
para lograr una Colombia mejor para los millones que requieren vivir en
dignidad. No se puede esperar ninguna de estas cosas ni la “justicia para las
víctimas” que reclama Vallejo si, al mismo tiempo, se permite la degradación de
la política como campo e instrumento de transformaciones reales.
La razón por la que esta carta es para los aplausos más que para Vallejo es
porque él no es ni el primero, ni el último ni el único que convoca los
aplausos contra la política misma como una supuesta forma de salvarnos de la
corrupción. Y la razón por la que esta carta es urgente es porque en este
momento, en 2015, cuando se avanza en los diálogos de paz como nunca antes,
estamos ante la pregunta acerca de qué vamos a hacer como generación frente a
los cambios que se avecinan, tarde o temprano. Lo quiera Vallejo o no, con su
repudio de la política y de la participación, la paz se vislumbra como un
escenario de consolidación del poder corrupto que ha querido imponerse en
nuestro territorio, sin herencia de rebeldías ni de resistencias, sin nuestras
energías como posibilidad ni alternativa, ni la de hijos que no vale la pena
tener.
Involucrarse, amar, meterse, participar, crear y colaborar con otros y
otras para que se pueda crear y vivir dignamente, y para que se pueda soñar con
otro mundo posible y se pueda hacerlo realidad a través de hechos concretos, no
es ni será jamás un campo despejado de felicidad asegurada. Es cierto y duele,
aplausos, que esa lista diaria de muertos y de horrores corroboran lo
terrible que puede ser la política, pero el riesgo de nuestra época y
que hace del discurso de Vallejo una alerta tan sonora es que por quedarnos en
el esfuerzo ético de hacer visible la tragedia y denunciarla, perdamos la
posibilidad de reconocer la dignidad que subyace a la mucha política que se ha
hecho en Colombia y en el mundo, y a la que le debemos la mucha dignidad y
esperanza que hoy guardamos en el corazón muchos jóvenes, hombres y mujeres,
que reivindicamos la política. No podemos desconocer la gran lucha que ha
mantenido viva la posibilidad de una solución política del conflicto, a pesar
del gran negocio que ha significado para los más poderosos exterminar
poblaciones enteras, negar los derechos fundamentales e imponer un modelo
injusto y excluyente en nuestro país, bajo la excusa de la existencia del
conflicto mismo.
La violencia se estableció tanto en Colombia que ideas expresadas por
Vallejo, como la que parece reclamar que se restaure la Ley del
Talión aumentada, terminan siendo aplaudidas y alabadas. Es por eso hoy,
más que nunca, es urgente la construcción de la paz con las voces de
todas y todos, no como un concepto vacío sino desde nuestras acciones
cotidianas.
La certeza que nos asiste radica en el rescate de la ética y de la política
misma, de la política comprendida como un instrumento y campo para la felicidad
y la emancipación, que son posibles cuando van de la mano de nuevas formas y
prácticas éticas de la política para la humanidad y la naturaleza.
Aplausos de irreverencia y de rebeldía, de amor por los animales, de
rechazo a la corrupción y las violencias es lo que requiere Colombia: la
reflexión que deviene en polémica superficial es como una lectura marchita y
estéril. De las mismas ganas de cambiar las cosas y desde la misma indignación
está consolidándose una generación que quiere asumir los desafíos de su tiempo,
que busca ser radical en la esperanza, con la memoria bien puesta en el dolor
tanto como en la dignidad, que reivindica la política, la vida y la paz.
Aplausos para la generación que somos y que podemos ser.
Firmamos:
José
Antequera Guzmán
Fernanda
Espinosa Moreno
Francisco
Javier Cuadros
Donka
Atanasova
Mauricio
Rodríguez Amaya
Juan
Ballestas
Lorena
Aristizabal
Carlos
Alberto Benavides
Andrés
Camacho
Alhena
Caicedo
David Flórez
Marcela Tovar
Omar Vera
Brayan
Jiménez Rodríguez
Natalia
Munevar
Camilo
Álvarez
Juan
Carlos Villamizar
David
Villanueva
Alejandro
Quiceno
Gabriel
Becerra
Gabriel
Delgado
María
Fernanda Sarmiento Bonilla
Siguen
firmas
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