martes, 27 de julio de 2010

La Guerra del Bicentenario


La guerra del bicentenario

Ante el Presidente Álvaro Uribe Vélez se posesionó este martes Luis Alfonso Hoyos Aristizábal como Embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos (OEA). El nuevo representante ante este organismo continental ocupó la Dirección de la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional. Foto: Felipe Ariza - SP

Mauricio Rodríguez Amaya

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¿Como le caería al continente la guerra de Uribe contra Venezuela en plenas festividades del bicentenario de las primeras independencias?¿ Porqué el interés del ubérrimo de encochinar las conmemoraciones bicentenarias, a sabiendas que en quince días se acaba su gobierno?. Hacer el mal, dejar su huella revanchista, alimentar el odio entre hermanos y cumplir juiciosamente la tarea impuesta por el pentágono, son algunas de las razones.

Pero existe otra que me llama poderosamente la atención. Una labor más sutil, más ideológica, menos pragmática. Aunque las amenazas belicistas del capataz de Nari, no llegasen a la concreción contra el pueblo venezolano y su gobierno, no hay duda que la agresión tiene un sello histórico: demostrar que en los últimos doscientos años, la división, el enfrentamiento fraterno y las heridas entre nuestros pueblos prevalecen sobre los anhelos de unidad continental y popular. Desde los inicios de su gobierno, Alvaro Uribe Vélez (AUV) fue un enemigo de la integración latinoamericana, de la búsqueda de caminos propios de los modelos populares cercanos.

Desde sus inicios se enlistó en las filas del ALCA, y ante su derrota se entregó a un TLC, que por distintas razones ajenas a su voluntad no ha podido entrar en vigor. Luego impulsó el odio entre Ecuador y Perú, promovió la animadversión contra Venezuela y recibió como héroes a los traidores que hicieron el golpe de Estado contra Chavez en 2002. Prohibió en Colombia la ideología chavista; invadió vilmente la República ecuatoriana; se adelantó a recibir gloriosamente a los golpistas de Honduras antes que su golpe se disfrazara de democracia con unas elecciones arregladas. Si en esta etapa ha habido un gobierno abiertamente opuesto a los ideales populares de América Latina, es el de Colombia, para vergüenza de los colombianos y para orgullo de las vetustas oligarquías continentales.

En plenas conmemoraciones del bicentenario, AUV montó un nuevo show mediático contra Venezuela; en boca de un delincuente más de su ralea (Luis Alfonso Hoyos) Uribe agredió de nuevo al pueblo venezolano, arremetió contra su gobierno y pretendió poner a la OEA a favor de otro intento fratricida. Mostró unos mapas bajados del google (o del Ricón del Vago, da lo mismo) profirió improperios antes y después de la sesión y amenazó con iniciar una aventura guerrerista. Luego, después del escándalo, guardó silencio, se ensimismó en sus gotas de valeriana y dejó que los medios oficialistas de Colombia hicieran el resto del trabajo.

Es triste que mientras el resto del continente recuerda con orgullo los primeros estertores que nos permitieron lograr la independencia de las potencias europeas en los primeros años del siglo XIX, el gobierno de Colombia sea el instigador del odio, el promotor del belicismo entre pueblos hermanos y el conspirador más importante contra el proyecto integracionista latinoamericano. Da vergüenza y da rabia; el aislamiento en que se encuentra nuestro país en relación con las naciones hermanas no tiene precedentes; el odio que despierta Uribe en todo el continente lo viven sin amparo los compatriotas que habitan otras tierras; Uribe juega el papel del borracho empedernido y bollero que en medio de la fiesta expela su inmundicia sobre la torta, golpea a los invitados y descarga sus heces en la puerta de la casa. América Latina asiste estrepitosa al espectáculo bochornoso de este enano pendenciero, que ama la guerra más que a sí mismo. Duele saber que nos gobierna, tranquiliza saber que ya se va.

AUV, tiene el serio propósito de envilecer las festividades del bicentenario, no tiene nada de raro que sus aspavientos hagan parte de alguna treta programada por los padres del Monroismo, para intentar convencernos que la división sigue siendo nuestro fatal destino; mientras este títere se juega su propósito, el resto del continente, incluyéndonos a miles de colombianos, queremos vivir este bicentenario en paz, en medio de una nueva ruta que una definitivamente el destino común de Nuestra América.

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