martes, 2 de febrero de 2010
Hacerse matar por Cien mil pesos no da la base
Mauricio Rodríguez Amaya
www.bajolamole.blogspot.com
Además de sumarme a las miles de voces sensatas que han rechazado de plano el anuncio del Uberrimo sobre su política de empleo para los jóvenes de Medellín -voces que han desnudado el perverso enfoque guerrerista con que se devana las sienes en su onanismo insólito el señor presidente; manifestaciones de indignación sobre la pobreza de ideas y la vileza de intereses del facho que gobierna; declaraciones prudentes que llaman a la cordura al mandatario, con la ingenuidad de quien cree que las vacas vuelan-. Además de sumarme a esas voces, quiero permitirme dar un punto de vista sobre economía básica, de esa economía que se usa en las finanzas familiares o en las tiendas de barrio, al respecto de la cuota correspondiente a salario establecida por el presidente a los jóvenes que decidan convertirse en sapos.
Mi abuela materna tuvo durante años una pequeña venta de helados, ella acostumbraba decir que los refrescos debían venderse a cierto precio, porque el ofrecimiento por debajo “no daba la base del negocio”, para referirse a las eventuales pérdidas. La empresa quebró al fin de cuentas, no por las reglas de oferta y demanda, sino por el desmesurado deleite de cinco nietos a quienes nos salía gratis el esfuerzo financiero de la nona. No da la base, repetía resignada cada vez que se veía compungida a convertir su producto en nuestro suculento obsequio.
Pues por estos días, en que Medellín se encuentra en un enfrentamiento cruel entre paramilitares sin jefes y narcotraficantes con más ínfulas, en donde el sicariato ha crecido y los muertos pululan en las barriadas, donde Don Berna dejó a su deleite a los nuevos cabecillas paramilitares que hoy se presentan como bandas, o águilas negras o paracos gaitanistas, etc.; donde las flores de la ciudad no dan abasto con tantas tumbas por estos días, El presidentico paisa se le ocurrió poner en riesgo la vida de los estudiantes, convertir las escuelas en campos de guerra y volver a su lógica de vincular a la sociedad civil al conflicto.
Este apostata de la justicia, este justiciero de mano dura para sus enemigos y corazón grande para los mancusos, los bernas y los joséobdulios (me acabo de percatar que este último aún no está preso), creó un nuevo empleo para subsanar el desastre de su seguridad democrática, y volver a los años de las CONVIVIR: el sapeo estudiantil clasificado. Para acceder a un trabajo de estos se requiere, poner en riesgo la vida y la de toda la familia, denunciar al cual más cualquier comportamiento que a criterio del empleado le parezca análogo del terrorismo; para ser un buen sapo, se requiere el mayor desprecio por la vida, por el futuro y por los suyos, quien se emplee en el área no tendrá que pensar en pensión, porque seguramente terminará muerto producto de los informes que provea.
El sueldo, más pírrico que el mínimo. Más perverso que la propuesta misma: cien mil pesos. Quien sapee en las calles o en las aulas de clase, se ganará cien mil pesos, devaluados y sin derecho a prestaciones, sin horas extras, porque horas extras será las que empiece a vivir quien se comprometa en este empleo. Regalar la vida por cien mil pesos, parece ser la consigna del presidentico paisa, que tanto quiere a sus coterráneos, que tanto dice amar a los estudiantes de su natal provincia; hacerse matar por cien mil pesos, cree el decrépito tirano que es una alternativa saludable para los jóvenes de Medellín a quienes el crimen habrá de cobrarles el servicio prestado con sus propias carnitas y sus propios huesitos.
Sicariar en las calles de la capital paisa, costaba hace unos años (en las épocas de Escobar Gaviria, cuando el Ubérrimo era el consentido de los capo) algo cercano a los dos millones; seguramente el precio ha bajado después de que el negocio quedó monopolizado por los castaño, los de la terraza o don Berna. Pero no debe estar por debajo de los quinientos mil pesitos. Supongamos que el sueldo del sicario por actividad cumplida no pase de los quinientos mil. Quien asesina a este precio, desprecia su vida misma. Estará dispuesto a seguirlo haciendo, hasta gratis de ser necesario, si medio se entera de que algunos muchachitos de la escuela de arriba (basta revisar donde están los colegios de las comunas paisas), están dando dedo al zoco para ganarse los cien mil miserables pesos que les prometió el presidente.
Este negocio, como diría mi abuela, no da la base. El sicario que se gana cinco veces lo que le dan al sapo, sabe matar, por gusto o por hambre, o por ambas. El niño sapo, no tiene la menor idea del peligro que le asecha y el precio de su esfuerzo puede ser una bala; Al presidente no parece importarle nada de esto. Al presidente le interesa el odio y los muertos, no la paz. A Este crápula de sonrisa pedante y mirada de odre no le importan los jóvenes; solo quiere echarle más candela al infierno que vive Medellín, en medio de nuevos reacomodos y cuentas por cobrar de los capos de la mafia y los asesinos asalariados de los grupos paramilitares.
Para un escolar de una comuna paisa, este negocio no le da la base. Es común que algunos muchachos den su vida por unos cuantos millones, que al fin de cuentas dejará a su familia para mitigar la miseria en que se vive cotidianamente; esto es cierto; pero difícilmente se harán matar los paisas por un salario que no cubre ni el carro que lo conducirá a la tumba. Este negocio nefasto y pervertido, no da la base.
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