miércoles, 21 de enero de 2009

Obama: tez negra, corazón blanco




Mauricio Rodríguez Amaya
www.bajolamole.blogspot.com
Enero 21 de 2008

El mito de un presidente negro, no implica un cambio en la mentalidad del Estado norteamericano, pero sí ayuda a mejorar las condiciones de la intervención en las “colonias”, basta observar algunos apartes de su discurso de posesión.



América del Norte, -o como diría el sociólogo Boaventura de Sousa Santos, Europa en América- es el heredero de toda la tradición moderna eurocéntrica, blanca y protestante. Su mentalidad se ha construido sobre los valores de la mentalidad burguesa de Inglaterra: pragmatismo, utilitarismo, individualismo y liberalismo económico. Es la síntesis de las ideas de Smith, Calvino, Locke y Bentham y más recientemente los aportes de Ford, Roosevelt y Friedman, por mencionar solo algunos. El sueño americano se soporta en la idea de que la fortuna es la fuente de la justicia y el éxito consiste en la acumulación de bienes; quienes acceden a la fortuna y al éxito, son los hombres que gozan del buen designio. Hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antecesores y a nuestros documentos fundacionales, aseguró el Presidente Obama en el discurso de su posesión.

La modernidad norteamericana ha exacerbado el individualismo, el racismo y el fetichismo del dinero: No vamos a pedir perdón por nuestro estilo de vida, ni vamos a vacilar en su defensa, sentenció el primer presidente negro de Estados Unidos. Pero la imposición de este estilo de vida le ha costado al mundo su desgaste, su calentamiento y su destrucción prematura. El sur provee las riquezas y el norte establece el derroche como modelo de consumo. Esta cruda realidad encuentra en el nuevo mandatario una respuesta contundente: utilizaremos el sol, el viento y la tierra para alimentar nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas.

Barack Obama, es un exitoso político del Partido Democráta que con cierta facilidad logró llegar al Senado norteamericano y desde entonces ha contado con la fortaleza de conseguir los aliados necesarios para ser Presidente. No es presidente por ser negro, Obama es presidente por ser rico. Su riqueza billonaria lo coloca en la lista de los 600 hombres más ricos del mundo. Sin embargo, parte estratégica de su impecable campaña electoral consistió en aprovechar su tez, al punto que intelectuales y opinadores del mundo no-blanco, consideran ésta como una condición de cambio en la dirección del imperio. Un poco de ingeniudad, pero también de conformismo y comodidad.

Es innegable el avance de los y las inmigrantes en las luchas políticas y de resistencia en el corazón de los Estados Unidos. Movilizaciones que en abril y mayo del año anterior, mostraron un viraje significativo en el contenido político de las reivindicaciones de esta población, a pesar de no lograr cambios sustanciales en la política migratoria norteamericana. Este target electoral estaba en dudas y solo faltaba poner un candidato más parecido a sus colores (negros, mestizos, indígenas) para cautivar sus votos y dinero y menguar significativamente el alcance de sus reclamos. Obama fue entendiendo la importancia de esta población para colocar la balanza a su favor, al punto que en el discurso de posesión, aseguro: …sabemos que nuestra herencia multiétnica es una fortaleza, no una debilidad. Y así es, pues el trabajo de los inmigrantes representa el 15% del Población Económicamente Activa (PEA) norteamericana, a pesar que solo uno de cada cinco tiene nacionalidad estadounidense y que la mitad de ellos recibe menos de 20 mil dólares al año.




Obama, insiste – con menos tiza- en los elementos estructurales de la política de seguridad del imperio; la seguridad emana de la justicia de nuestra causa, dice. Y este principio de autolegitimación le ha servido tanto a demócratas como a republicanos, forjar más de un capítulo guerrerista contra los demás pueblos del mundo. Para efectos de nuestro trabajo, presentemos solo algunos ejemplos de demócratas blancos que han defendido la misma tesis: Truman, responsable nada más y nada menos que de los miles de muertos y víctimas futuras de Hiroshima y Nagasaki; Kennedy, planeó y realizó la invasión a Cuba en 1961, inició el brutal bloqueo contra la Isla, y en Vietnam impuso el uso del Napalm y otras armas químicas, que luego se fueron esparciendo en pequeñas guerras por todo el mundo, incluida Colombia. Y Clinton, a quien le debemos el Plan Colombia con el cual se financia actualmente la guerra interna, y que dio al traste con las aspiraciones de una negociación política que diera término definitivo al conflicto armado colombiano. Blancos o negros, los presidentes norteamericanos, siguen en el lugar de los juzgadores del destino del mundo. Siguen suponiendo, para aferrarse a sus estrategias militares, que el mundo los odia: Nuestra nación está en guerra frente a una red de gran alcance de violencia y odio, afirmó Obama, en medio de la esperanzas de paz de pueblos enteros que han sido usurpados para saciar los intereses de Estados Unidos.

En Política económica, el color de la tez de Barack Obama no significa cambios en la dirección del imperio, por el contrario asegura que se defenderá el estilo norteamericano, quizás con más mesura, pero alimentando la base de su riqueza: El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no solo del tamaño de nuestro producto nacional bruto, sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra habilidad de ofrecer oportunidades a todos los que lo deseen, no por cariad sino porque es la vía más segura hacia el bien común, aseveró el nuevo presidente norteamericano. Sea por caridad o por convicción, las oportunidades aún no llegan a México después de 15 años de TLC; por el contrario, su economía sigue el camino de la miseria y la sobre explotación. En Chile, los milagros anunciados no aparecen y más fabricas siguen cerrando, más trabajadores quedan por fuera del aparato productivo y más pobres se apoderan de las plazoletas y las calles. Gracias a las oportunidades ofrecidas por Estados Unidos, Nuestra América ha recorrido el camino de la sumisión, la explotación de materias primas y mano de obra barata, la miseria y el analfabetismo. Las oportunidades llevadas a Irak para ampliar el alcance de la prosperidad norteamericana, han costado más de 30 mil muertos, un país hecho añicos y entregado por trozos.

Obama, deja abiertas expectativas interesantes para mirar el futuro de su gobierno y que de cumplirse podrían contribuir al mejoramiento de las condiciones del planeta y de la vida humana: primero, la posibilidad de que sea cierto que Estados Unidos deje de destruir la soberanía alimentaria de las naciones: nos comprometemos a colaborar con vosotros para que vuestras granjas florezcan y dejar que fluyan aguas limpias. Esperemos qué dirán Monsanto, Nestle, Du Pont, entre otras multinacionales al respecto. Aunque el entusiasmo puede durar hasta saber si serán -o seguirán siendo- nuestras tierras las que servirán para alimentar sus automóviles y fábricas.

Segundo: Es posible que Estados Unidos dé un viraje hacia la búsqueda de la paz mundial, para lo cual deberá renunciar a muchos de sus intereses. Incluso es pensable que cuestione seriamente a gobiernos como el de Álvaro Uribe –quien debe estar muy preocupado después de ayer– si cumple su disposición de condenar a aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia. Aunque también no será extraño que les dé la mano cuando el imperio los requiera.

Vale la pena mirar a Obama por lo que representa de fondo, por sus orientaciones políticas, por sus compromisos económicos y por quienes lo rodearán en su gobierno. No es el color de la piel en este caso el que define el rumbo de su mandato; serán, la orientación del Partido Demócrata, la economía norteamericana y mundial y las aspiraciones geopolíticas del imperio, las claves que definirán el rumbo del primer presidente negro norteamericano.

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