Escuela, adoctrinamiento y censura
Mauricio Rodríguez Amaya
“El
Estado intervino para regular la manifestación de las ideas de los ciudadanos: (…)
Quiere que el pensamiento expresado sea uniforme. Toda originalidad le resulta nociva
a los intereses públicos. Está prohibido el lujo, la diversión de pensar, la
ostentación de la inteligencia, de la riqueza interior(...). La censura de esa
riqueza ha sido inexorable, ha secuestrado, ha quemado, ha destruido.”
Antonio
Gramsci, 1916 – Se Pregunta la Censura
El
miedo se vende fácil. Solo basta con aplicar ciertas gotas de indefensión de la
gente frente a un riesgo, y con ello, se propaga como fuego en la pradera. El miedo
es fácil de vender en sociedades adormecidas, reprimidas y violentadas; El miedo
no necesita sustentarse en cosas reales, simplemente basta con que cree una
atmósfera de intimidación y peligro para que los menos precavidos constituyan hordas
y cruzadas para contener, quemar, destrozar y eliminar aquellos factores que
les han sido presentados como susceptibles de ser temidos.
Por
estas épocas, donde la sensación de inseguridad individual y social se
incrementa, producto de la publicidad permanente del miedo a todo, - a las
comidas, a las calles, a las enfermedades nuevas, a la adultez, a la niñez, a
cualquier cosa- las empresas que fabrican miedos han creado un estado de
desrealización colectiva, en donde, lo fíctico aparece como real y lo real es
ocultado o presentado como irrelevante. La desrealización consiste en ese
fenómeno de destrozar la realidad a partir de nuevas creaciones imaginarias que
la suplantan o la ocultan.
Por estos
días, en nuestra intimidada opinión pública, el fascismo ha sembrado el temor
sobre el adoctrinamiento de nuestros hijos en las escuelas públicas, por parte
de docentes inescrupulosos que usan su poder en el aula para insuflar ideas subversivas
en las prístinas mentes de sus estudiantes. Esta tesis ha sido, como acostumbran,
ampliamente difundida por medios de comunicación enriquecidos por el lucrativo
negocio de vender miedo. En el fondo de esta campaña se oculta la censura
contra los docentes; no es que los maestros y maestras, de manera organizada y consciente
hayan emprendido una campaña ideologizadora para controlar mentes imberbes y dominar
conciencias; francamente, estamos lejos de una escuela que promueva
sistemáticamente ideas críticas, miradas alternas a la realidad formalizada;
lejos estamos de una escuela que estimule el libre pensamiento y se aleje de la
estandarización, o que propenda por impulsar decididamente la creatividad. Muy lejos estamos de ello; nuestra escuela es la representación
de una sociedad colonizada que sigue enseñando los valores de la colonización,
es una escuela que, en términos generales, promueve la competencia por encima
de la solidaridad y que estimula la uniformidad en detrimento de la diversidad.
No solo la gran mayoría de nuestros queridos docentes aún están lejos de optar por
una escuela crítica, transformadora y renovada, sino que el famoso adoctrinamiento,
denunciado por las élites fascistas, está fuera de toda realidad.
Se
trata de un fenómeno de opinión basado en la desrealización de lo que sucede,
con el fin de crear una nueva cortina de humo que le permita a esa élite actuar
libre de toda observación de la ciudadanía, atontada por falsos problemas y
manipulada por el poder coercitivo de los medios dominantes. Mientras esa élite
impone sus negocios por medio del control del Estado, desvía la atención contra los maestros a nombre del tal adoctrinamiento en las aulas. Así mata dos
pájaros de un solo tiro: primero, quita la atención frente a los problemas reales
de un país carcomido por la corrupción, la violencia institucional y los negocios
privados contra la gente, mientras, por otro lado, crea una atmósfera de censura contra
los maestros, para estigmatizar su acción, para promover el epistemicidio y la negación
de las opiniones que eventualmente puedan ponerse al régimen.
La campaña
de censura oculta la realidad, al tiempo que crea nuevos ejércitos de
inquisidores en pos de la sacrosanta neutralidad axiológica en la aulas, en
contra de la labor docente y de paso, contra toda opinión que no esté
controlada por la masificación democrática de las instituciones del miedo. Esta práctica es propia de los fascismos sociales y
políticos, de los más acérrimos autoritarismos y de las dictaduras más
eficientes.
Mientras
pasa desapercibido el proyecto de Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno,
-que propone incrementar el extractivismo, ampliar la frontera agrícola,
privatizar la riqueza natural genética, perseguir las semillas naturales, eliminar
el salario mínimo e incumplir los acuerdos que dieron fin al conflicto armado-
la artillería mediática se dispone a flanquear a los maestros que se atrevan a
cometer el injurioso pecado de pensar. Así que la respuesta debe estar precisamente
en no callar, en no doblegarse a los estertores mediáticos de las nuevas
antorchas de la inquisición contemporánea. La respuesta será necesariamente la
de enfrentar con ideas renovadas y fecundas la imposición democrática del miedo,
la masificación del fascismo y la persecución cavernaria contra las ideas; nos
corresponde ponernos del lado de las maestras y los maestros, porque el ataque
no es solo contra ellos, contra ellas, sino contra toda forma de pensar que se
atreva a romper los ribetes de la censura fascista. Nuestra lucha seguirá
siendo la lucha de las ideas, la lucha por poderlas expresar libremente, aun contra
las barreras impuestas por la censura; el único adoctrinamiento que debemos
combatir es el de las fábricas del miedo mediatizado, que crean espíritus dóciles, manipulables y
puestos al servicio de sus propios victimarios.