El contraataque de los Uconservadores contra las paredes y el color Concejales conservadores y de "Solo una mente en blanco puede aspirar a vivir en una ciudad sin colores" Almaro. Mauricio Rodríguez Amaya Por iniciativa de los concejales del Partido de Los u-conservadores se ponen de lado de los que consideran los graffitis como expresión de vandalismo, ya que contribuye a la contaminación visual (leer la exposición de motivos del proyecto 055 de 2011). Para ellos y ellas, la gráfica sobre los muros produce una pésima imagen urbana; amparan su argumentación en una interpretación ultraconservadora de la constitución y de algunas normas sobre el ambiente, negando de plano el reconocimiento de derechos inalienables e imprescriptibles como la libertad de expresión, a manifestar las ideas y los pensamientos, a la expresión artística y a prácticas culturales acordes con las formas de pensar, de sentir y de vivir. Para Liliana De Diago, Orlando Parada Díaz, Clara Lucia Sandoval, Nelly Patricia Mosquera, María Angélica Tovar, Martha Esperanza Ordóñez, Edgar Alfonso Torrado, Hipólito Moreno Gutiérrez, Javier Palacio Mejía, Severo Correa, Andrés Camacho Casado, Orlando Castañeda Serrano, Isaac Moreno De Caro, Carlos Orlando Ferreira, la manera de abordar el problema de la contaminación implica cortar por el lado más débil de la cadena: los ilustradores urbanos que usan sus propios medios, recursos e ingenio para hacer que las paredes digan algo. Consecuentes con su postura partidaria, proponen incrementar la represión y las sanciones a quienes pinten las paredes y hasta los postes; es decir recortar la democracia en aras a un supuesto daño ecológico que solo existe en sus esquizofrénicas conciencias.
Solo una mente en blanco, puede pretender vivir en una ciudad sin colores; les molesta el color, les molesta la forma, les molesta además que lo haga cualquiera, sin tener que recurrir a las bien contadas galerías. Por el contrario, la indigencia les parece parte necesaria del paisaje; la indolencia industrial contra el ambiente, les parece necesaria en nombre del progreso; la destrucción de los cerros orientales en beneficio de sus constructoras les parece consecuente con el desarrollo; pero en cambio han enfilado toda su artillería contra los muralistas, los pintores urbanos, los colectivos del tarro y de la brocha; a estos concejales, les molesta que las paredes hablen y sientan el sentir de los habitantes de una ciudad que les paga sus jugosos honorarios. Estar en contra de esta iniciativa es sentar una voz de aliento a los que hacen posible que las ideas se muevan libremente, sin miedo al rechazo y a la censura; apoyar la propuesta de los u-conservadores no es más que ponerse de lado de los que viven de la represión para promoverla pero no para sentirla. Esta es una buena opción para que muralistas, colectivos gráficos y en general, todos y todas los que soñamos con una ciudad incluyente, avisemos el peligro que viene: hoy por los graffitis, mañana por los panfletos (a nombre del ahorro de papel) y mañana de nuevo, contra las voces disidentes, seguramente en defensa de la legítima seguridad democrática que tanto pregonan desde sus escritorios pagados por nosotros. |